Viernes, 13 de junio. 19:30 h
Harvestehude (Hamburgo)
Para Fabel, había momentos críticos cuando interrogaba a sospechosos o preguntaba a testigos: milésimas de segundo en que las reacciones de la gente eran espontáneas y naturales; en que ni siquiera había tiempo para recurrir a la tapadera más ensayada. Uno de esos momentos era cuando la policía llama a tu puerta sin previo aviso. El contacto oficial con la policía era una excepción en la vida del ciudadano medio, y cuando un agente llama a la puerta, el ciudadano medio reacciona de diversas formas. La alarma es la más común: uno cree que la visita de la policía se debe a una mala noticia, normalmente la muerte de un pariente. Como mínimo, se cree que el hecho de que un agente de policía llame a la puerta de uno es señal de que algo va mal, de un delito o un accidente, y la reacción suele ser una combinación de intranquilidad y queja que se expresa abriendo mucho los ojos.
John MacSwain se equivocó en todo. Cuando Fabel y Werner le mostraron sus placas ovales, MacSwain sonrió con la mayor naturalidad, se hizo a un lado y les invitó a entrar.
Por segunda vez aquel día, Fabel se encontró en una casa que estaba muy lejos de sus posibilidades económicas. El apartamento de MacSwain era enorme, y la decoración y los muebles eran caros. Tenía un gusto exquisito. MacSwain era un hombre de casi treinta años, alto, de pelo oscuro y llevaba ropa informal pero cara. Tenía el atractivo musculoso y masculino de un actor de cine. Fabel advirtió que su rasgo más llamativo eran los ojos, que eran de un color esmeralda claro y no eran distintos de los del eslavo que había visto aquella noche por fuera de la escena del crimen. La forma del rostro, sin embargo, era totalmente distinta.
MacSwain los condujo hasta una enorme sala de estar abierta con el suelo de haya pulida. Bajaron unos escalones y llegaron a una zona de descanso que quedaba hundida, donde MacSwain se recostó con elegancia en uno de los dos enormes sofás. Con un gesto de la mano, les indicó que ocuparan el otro sofá.
—¿Qué puedo hacer por ustedes, caballeros? —El alemán de MacSwain era perfecto y casi no tenía acento.
Fabel sonrió y habló en inglés.
—Veo que no es usted alemán. ¿Es inglés? ¿O quizá estadounidense?
MacSwain pareció sorprendido.
—En realidad, soy escocés… Su inglés es excepcional, Herr…
—Fabel. Kriminalhauptkommissar Fabel. En realidad, yo también soy medio escocés. Recibí una parte de mi educación en Inglaterra.
—Asombroso. —Pareció que los ojos verdes de MacSwain buscaban algo en Fabel—. ¿Qué puedo hacer por usted, Herr Fabel?
—Estamos investigando un caso, un homicidio, en el que la forma de matar tiene visos de ritual. Éste, creemos, puede estar relacionado con la mitología escandinava, con el odinismo o As… —Fabel intentó recordar el nombre que había mencionado Otto.
MacSwain ayudó a Fabel.
—Asatru. Significa «creer en los aesir». O si quiere hablar correctamente y con propiedad de verdad, Forn Siar, que significa el «camino antiguo».
—Gracias, sí, Asatru. Nos han informado de que es usted una especie de experto en la materia, así que nos preguntábamos si podría ayudarnos proporcionándonos información sobre estas creencias.
MacSwain mantuvo clavados sus ojos verdes en Fabel, sin decir nada, unos momentos antes de contestar.
—Herr Fabel, yo soy asesor en tecnología de la información, no sumo sacerdote odinista.
—Pero ¿le interesa el tema?
—Me interesan muchos temas. El ocultismo es uno de ellos. No soy miembro de ningún colectivo Asatru, ni nada por el estilo. De todos modos, ¿no sería mejor que recurrieran a una fuente más fidedigna para obtener información al respecto? Al departamento de historia medieval de la universidad, por ejemplo.
—Ya estamos investigando por ese lado. Mientras tanto, necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.
Werner tosió de manera audible y artificial. Fabel captó el mensaje: llevaban todo el rato conversando en inglés.
—Lo siento. —Fabel se pasó al alemán—. Creo que deberíamos hablar en alemán por respeto al Oberkommissar Meyer.
—Por supuesto. ¿Dice que se trata de una investigación por asesinato?
—Sí. Las víctimas han sido asesinadas de un modo que es casi idéntico al ritual vikingo del Águila de Sangre. —Fabel observó el rostro de MacSwain. La única emoción que denotó fue interés.
—¿Les han arrancado los pulmones o les han grabado el contorno de un águila en la espalda?
—No sabía que hubiera dos métodos.
MacSwain se levantó y se dirigió a una gran biblioteca que iba del suelo al techo y que era de haya, igual que el suelo pero sin pulir. Funcionaba como una especie de separador del espacio abierto. Cogió dos libros: uno era el que Fabel había visto en la tienda de Otto. O bien MacSwain fingía estar relajado, o no tenía nada que esconder.
MacSwain pasó las hojas del otro volumen hasta que encontró lo que estaba buscando.
—De hecho, existe la posibilidad de que no se llevara a cabo ninguna de las dos formas del ritual.
—¿Ah, no?
—Algunos historiadores creen que la historia del Águila de Sangre era un forma de propaganda negativa que inventaron las víctimas de los asaltos vikingos. Los testimonios históricos recogen algunos ejemplos, pero suelen discrepar… Algunos dicen que se evisceraba a las víctimas, mientras que otros afirman que se recortaba un águila de la carne de la espalda del sacrificado. Y que esté escrito no quiere decir que los relatos sean ciertos.
—¿Qué me dice de Asatru? No creo que tenga muchos seguidores.
MacSwain esbozó una sonrisa perfecta.
—Pues se equivoca, Herr Fabel. Asatru es muy popular últimamente. En Estados Unidos tiene muchos seguidores. Oficialmente está clasificada como una religión neopagana. Ahora es una versión muy aséptica, pero Hitler incorporó una buena parte de su mitología y su simbolismo al nazismo. Para serle sincero, lo han metido en el cajón de sastre de la New Age junto con el budismo, el chamanismo de los nativos americanos, el wicca y todos los demás.
—¿Sabe de algún culto que opere en Hamburgo?
MacSwain se frotó la barbilla.
—¿Sospecha que los adoradores de Asatru son los responsables de estos asesinatos? Suelen ser gente New Age inofensiva que se centra en Balder. —MacSwain captó la expresión interrogadora de Fabel—. Una figura parecida a Jesucristo del panteón de los aesir. Una deidad vikinga políticamente correcta. Y en respuesta a su pregunta, sí, lo hay. Se hacen llamar el Templo de Asatru. Se reúnen en un viejo almacén de Billstedt, por lo que he oído.
—Gracias por su ayuda, señor MacSwain —dijo Fabel en inglés, y se levantó del sofá.
Fabel se quedó mirando inexpresivo las puertas del ascensor que los bajaba de nuevo al vestíbulo del edificio de MacSwain.
—Hay algo en este tío que me huele mal. Puede que no tenga nada que ver con estos asesinatos, pero me ha parecido que no le sorprendía que la Kriminalpolizei de Hamburgo llamara a su puerta.
—A veces creo que la mitad de la población de Hamburgo esconde algo —dijo Werner.
—Quiero vigilar a MacSwain. Y quiero un informe completo sobre él.
—¿Podremos justificar el personal necesario para vigilarlo las veinticuatro horas? Lo único que tienes es una corazonada… Aunque estoy de acuerdo contigo. Estaba demasiado relajado.
—Tú organízalo, Werner. Yo le pediré la autorización a Van Heiden.