Miércoles, 4 de junio. 23:50 h

Altona (Hamburgo)

Como la mayoría de oficinistas y clientes de las tiendas hacía tiempo que se habían marchado, en el sótano del Parkhaus casi no había coches. Los neumáticos del Saab emitieron un chirrido al frenar para coger la curva pronunciada e inclinada de la rampa inferior que daba acceso a las plazas de aparcamiento situadas entre las columnas. En lugar de aparcar, se detuvo en el carril central; los faros atenuaban las luces laterales.

Un Mercedes, que había estado escondido en una plaza de aparcamiento detrás de una columna, salió de repente, se acercó al Saab y se detuvo cuando los dos coches estuvieron casi morro con morro. Ahora ninguno de los dos coches podía salir huyendo. Los turcos salieron primero, del Mercedes. Eran tres; de constitución fuerte. Dos se quedaron uno a cada lado del coche, con las puertas abiertas, y apoyaron los brazos en ellas, utilizándolas para protegerse el cuerpo.

El tercer turco, mayor y vestido con ropa más cara que los otros dos, se acercó al Saab, se inclinó hacia delante y dio unos golpecitos con los nudillos en la ventanilla del conductor. Se oyó el zumbido y el golpe de la ventanilla eléctrica al abrirse.

Luego, un disparo.

Los dos turcos que estaban junto al Mercedes vieron un chorro explosivo de sangre que salía de detrás de la cabeza del anciano cuando la bala, disparada desde el interior del Saab, emergió de su cráneo. Antes de que pudieran reaccionar, hubo más disparos fuertes, esta vez en una sucesión rápida, como cuando el granizo golpea un tejado. Pero procedían de detrás, de la dirección contraria al Saab aparcado.

Igual que el primer turco, ellos también murieron en el acto.

Dos hombres altos y rubios salieron de entre las sombras de detrás del Mercedes de los turcos. Mientras uno recogía metódicamente los casquillos del suelo del Parkhaus, el otro se acercó tranquilamente a los cuerpos de los tres turcos y disparó un único y concluyente tiro a la cabeza de cada uno; de nuevo, recogió los casquillos y se los metió en el bolsillo del abrigo tres cuartos de piel. Los dos hombres se dirigieron entonces hacia el Saab, desenroscando simultáneamente los silenciadores de sus semiautomáticas Heckler & Koch. Pisaron con total naturalidad los cuerpos y entraron en la parte de atrás del Saab, que dio marcha atrás con cuidado en una plaza de aparcamiento para completar un cambio de sentido en tres movimientos antes de enfilar la rampa de subida.