Miércoles, 4 de junio. 18:45 h

Carretera B73 de Hamburgo a Cuxhaven

El miedo recorría su cuerpo como una corriente eléctrica; un miedo delicioso que le producía un hormigueo en el cuero cabelludo y le tensaba el pecho. Era la misión elegida, y jamás lamentaba ser quien tuviera que correr todos los riesgos. Comprendía por qué era él quien tenía que arriesgarse a ser descubierto y capturado cada vez que necesitaban a una mujer para el ritual. Sólo él tenía que sentir el miedo ácido en el estómago cada vez que había que encontrar a una nueva víctima y deshacerse de ella después.

Quitó las manos del volante, primero una, luego la otra, se secó el sudor de las palmas y se concentró en la carretera. Sólo hacía falta un control policial rutinario, o un accidente menor, o un neumático pinchado y una patrulla de la autobahn servicial. Sería el fin. Ajustó el retrovisor para poder verla. Estaba echada en el asiento trasero. Su respiración ruidosa era profunda pero irregular, con un estridor áspero. Mierda. Quizá había utilizado demasiado.

—Aguanta —murmuró, sabiendo que la chica no podía escuchar nada—. Aguanta viva un par de horas más, zorra estúpida.