Capítulo 14

Bettini abandonó el local decidido a presentarle la renuncia a Olwyn. Por todas partes la suma de factores le daba el mismo producto: desánimo en la población, hábito a la dictadura, desesperanza confundida con tedio, actos heroicos y aislados de la resistencia pulverizados por el régimen, ninguna idea luminosa para iniciar la campaña y la voz del doctor Fernández sonando en su cabeza como un campanazo agrio: «Si quiere darme un alegrón, no acepte dirigir la publicidad del “No”». Al entrar al gabinete de Olwyn decidió evitar la formalidad de un saludo para no arrepentirse.

—No se me ocurre nada —fue lo único que dijo.

—¿Cómo así, hombre?

—Este es un país arrasado anímicamente por Pinochet. La gente está resignada. Renuncio.

—Tiene que crear una campaña que les dé ánimo.

—¡Ánimo! Todo lo ven de color gris.

—Diseñe una estrategia que les haga ver el futuro de otro color. Ahora no puedo perder el tiempo con usted. Yo tengo que sudar la gota gorda para mantener cohesionados a los dieciséis partidos que nos apoyan, conseguir que no se desmigaje el queque, y usted me viene con desmayitos metafísicos.

Bettini se dejó caer abatido en el viejo sofá de cuero.

—Me siento tan solo, señor.

—Pero ¿por qué? ¡El pueblo chileno y dieciséis partidos de oposición están a su lado!

—Preferiría que el partido de oposición fuera uno solo con una clara identidad y no esta bolsa de gatos de los dieciséis.

Olwyn pegó un puñetazo en la mesa. Parecía haber perdido su paciencia.

—¡«Bolsa de gatos»! ¿De dónde sacó esa expresión, Bettini?

—De mi hija, señor. De mi hija.

—¿De su propia hija?

—De mi propia hija, señor.

—A más tardar el sábado necesito el símbolo del «No», la canción del «No», el afiche del «No».

—Sí, señor.

—¿Qué va a hacer ahora?

—Tomarme un whiskey.

—¡Pero si usted es un genio! ¿No se le ha ocurrido nada de nada?

—Tonterías blandengues. Cosas del tipo «Democracia o Pinochet».

—Es para ponerse a bostezar.

—En cambio se me ocurre una muy buena para la campaña a favor de Pinochet: «Yo o el caos». Tiene toda la precisión que nosotros no logramos. Además la gente no quiere libertad. Quiere consumir. Miran embobados las propagandas comerciales y se endeudan para comprar todo. Pinochet les dice que si él pierde, los estantes estarán vacíos.

Olwyn le clavó la vista mientras se frotaba las manos como un sacerdote.

—¿Se sentiría más cómodo trabajando para el «Sí»?