Julio de 1476

Anthony cumple la palabra que dio y regresa de su viaje a Roma a tiempo para reunirse con nosotros en julio en Fotheringhay. Ricardo tiene planeado y organizado un solemne reenterramiento de su padre y de su hermano Edmundo, que murieron en la batalla, sufrieron las burlas de todos y apenas fueron sepultados. Todos los miembros de la casa de York se reúnen para asistir al funeral y al servicio conmemorativo que sigue a continuación, y yo me alegro de que Anthony vuelva a casa a tiempo para traer al príncipe Eduardo a que honre a su abuelo.

Anthony llega bronceado como un moro y rebosante de anécdotas. Robamos unos momentos para escaparnos juntos a dar un paseo por los jardines de Fotheringhay. Le robaron por el camino, creyó que no iba a conseguir salir vivo de aquélla. En una ocasión pasó la noche en un bosque, al lado de un manantial, y no pudo conciliar el sueño pensando que de aquellas aguas iba a surgir Melusina.

—¿Y qué iba a decirle yo? —se queja en tono lastimero—. ¿No resultaría sumamente desconcertante para todos nosotros que yo me enamorase de mi bisabuela?

Conoció al santo padre, ayunó durante una semana y tuvo una visión; ahora está empeñado en que algún día tendrá que partir de nuevo, pero esta vez mucho más lejos. Quiere ir de peregrinación a Jerusalén.

—Cuando Eduardo sea un hombre y asuma un patrimonio propio al cumplir los dieciséis años, me iré —afirma.

Yo sonrío.

—Muy bien —acepto sin discutir—. Para eso faltan años y años. Diez, a partir de ahora.

—En estos momentos parece mucho tiempo —me advierte Anthony—, pero los años pasan muy de prisa.

—¿Es ésa la sabiduría del peregrino? —me burlo.

—Ésa es —concuerda él—. Antes de que os deis cuenta, será un hombre adulto, más alto que vos, y tendremos que hacer examen de qué clase de rey hemos creado. Será Eduardo V y heredará el trono de manera pacífica, Dios lo quiera. Prolongará la casa real de York sin que nadie se le oponga.

Sin razón aparente, siento un estremecimiento.

—¿Qué sucede?

—Nada, no sé. Ha sido un escalofrío, nada. Sé que Eduardo será un rey maravilloso. Es un auténtico York y un auténtico hijo de la casa de Rivers. Ningún niño podría tener mejor comienzo.