36

Esa tarde, Kamal fue solo al callejón; llegó bebido, canturreando con voz susurrante. Sin temor se abrió camino entre la estrepitosa multitud. Encontró la puerta de Warda desierta, pero no vaciló como hizo la primera vez que vino al callejón. Se dirigió a la casa y entró sin permiso. Subió la escalera hasta acabar en el pasillo. Allí, tendió su vista hacia la puerta, que estaba cerrada y en la que aparecía una luz por el agujero de la cerradura. Entonces, se desvió hacia la sala de espera que afortunadamente se encontraba vacía y se sentó en un asiento de madera, estirando sus piernas con satisfacción. Después de unos minutos, oyó el chirrido de la puerta que se abría, y se levantó de un salto. El otro hombre había salido de la habitación como se adivinaba por sus pasos, que se dirigían hacia la escalera. Aguardó unos instantes para levantarse y encaminarse luego hacia el pasillo. Vio a Warda a través de la puerta de su habitación, que estaba arreglando la cama. Ella sonrió al verlo, y le pidió que volviera a sentarse un minuto. El entonces regresó donde estaba, sonriendo con confianza, la del cliente que ya ha pasado el período de observación. No había transcurrido apenas un minuto desde que se sentara, cuando llegó hasta él el ruido de unos pasos que subían. Los acogió con angustia, porque detestaba permanecer esperando con otro. Sin embargo, el que llegó se dirigió a la habitación de Warda. Kamal no tardó en oír a la mujer decir amablemente al recién llegado:

—Tengo un cliente. Ve a la sala y espera.

Luego, levantó la voz para llamarlo, diciendo: «Pasa, por favor». Kamal se levantó y dejó la sala sin vacilar. Se cruzó con el recién llegado en el pasillo. Y se encontró cara a cara con… ¡Yasín! Sus ojos se encontraron con una mirada de estupor. Inmediatamente, Kamal bajó sus párpados, sintiendo vergüenza, desconcierto y malestar. Estuvo a punto de echar a correr, pero Yasín se le anticipó con unas sonoras carcajadas que resonaron fuertemente en el techo del pasillo. El muchacho levantó sus ojos para mirarlo y lo encontró con los brazos abiertos, exclamando con alegría:

—¡Oh, noches maravillosas! ¡Oh, días de gloria!

Siguió riéndose fuertemente, mientras Kamal seguía mirándolo desconcertado. Al observar que su risa era sincera, se elevó su ánimo, y sobre sus labios se dibujó una sonrisa intrigada. Más tarde, se tranquilizó completamente, aunque seguía sintiendo un poco de vergüenza.

—Esta es una noche feliz —comenzó a decir Yasín en tono sentencioso—, jueves treinta de octubre de 1926. ¡Verdaderamente una noche feliz! Debemos celebrarlo todos los años, pues en ella dos hermanos se han descubierto; ¡en ella se asegura que el pequeño de la familia avanza, llevando el estandarte de sus nobles tradiciones en el mundo del placer!

Entre tanto, Warda había venido y preguntó a Yasín:

—¿Es amigo tuyo?

—No, es mi hermano, el hijo de mi padre y de mi ma…; no, de mi padre solamente —respondió Yasín riendo—. ¿Te das cuenta de que eres la amante de la familia, hija de nadie?

Ella murmuró «bravo»; luego se dirigió a Kamal:

—Las reglas de la educación imponen que cedas tu puesto a tu hermano mayor, nene.

—¡Las reglas de la educación! —dijo Yasín, soltando una gran carcajada—. ¿Dónde has aprendido las reglas de la educación de la cópula? ¿Te imaginas un hermano esperando a otro hermano en la puerta? ¡Ja, ja…!

—¡Ríete de esa forma horrenda para que te escuche la policía, borracho! —dijo ella, advirtiéndole con la mirada—, pero tienes excusas mientras tu hermano, el nene, venga a mí solamente cuando está bebido.

Yasín miró fijamente a Kamal con asombro y admiración.

—¡También conoces eso! —dijo—. ¡Señor, realmente somos hijos legítimos! Hijos legítimos en todos los sentidos. ¡Acerca tu boca para que huela! No tiene ninguna utilidad, pues el borracho no huele el olor de otro borracho. Dime ahora: ¿qué piensas de esa sabiduría que te ha enseñado la vida y no los libros?

Luego, señalando a Warda:

—Una única visita a esta hija del pecado equivale a la lectura de diez libros prohibidos, ¿verdad? ¿Por eso te emborrachas, Kamal? ¡Días de gloria! Somos amigos desde hace tiempo, yo soy el primero que te ha enseñ…

—¡Por Dios! ¡Voy a estar esperando hasta que comience a amanecer!

Ante esas palabras Yasín empujó a Kamal diciéndole:

—Entra con ella, esperaré yo.

Pero Kamal reculó, agitando su cabeza con una negación tajante. Después habló por primera vez diciendo:

—¡Que no, no, esta noche no!

Introdujo la mano en el bolsillo y sacó cinco piastras que dio a la mujer. Yasín gritó admirado:

—¡Viva la caballerosidad! Pero no te dejo solo…

Acarició suavemente el hombro de Warda. Después cogió a Kamal del brazo y se marcharon juntos hasta abandonar la casa.

—Tenemos que celebrar esta noche —dijo Yasín—, pasemos un rato en un bar. Suelo beber en la calle Muhammad Ali con un grupo de funcionarios y otros, pero el sitio no es apropiado para ti, y además, está muy lejos. Elijamos un lugar cercano para que podamos regresar temprano. Una decisión definitiva como la tuya, la de volver pronto a casa desde que me casé por última vez, ¿dónde te has emborrachado tú, eh, valiente?

Kamal masculló avergonzado:

—En «Finish»…

—¡Estupendo! Vamos para allá. Disfruta de tu tiempo sin descuidarlo, pues mañana cuando te conviertas en profesor te será imposible visitar este barrio con sus casas y tabernas. ¿Te imaginas que uno de tus alumnos te encontrase aquí? —añadió riéndose—. Aunque los lugares para divertirse son muchos, y paso a paso, cada vez los encontrarás mejores…

Se dirigieron en silencio a «Finish».

Por suerte las relaciones entre Kamal y Yasín no se habían debilitado después de que este abandonase la vieja casa. Entre ellos no existían formalidades, pues era propio del carácter de Yasín no darle importancia a los derechos que su lugar en la familia imponía. Por otra parte, el tratarse con Kamal, el descubrir de cerca su manera de comportarse y el oír lo que decían de él, le habían hecho creer que su hermano era un apasionado de las mujeres y que sentía inclinación por los amoríos. Pero a pesar de todo esto, ¡le había sorprendido encontrarlo violentamente en casa de Warda, cuando ni siquiera se imaginaba a Kamal borracho o vagando por esa calle! Con el paso del tiempo había empezado a atenuarse poco a poco la impresión de la sorpresa y, de igual manera, la sensación de inquietud había ido alejándose, ocupando su lugar un sentimiento de tranquilidad e incluso de satisfacción. Cuando llegaron a «Finish» lo encontraron repleto de gente sentada. Yasín propuso sentarse en el exterior, y eligió una mesa junto al bordillo, en una esquina de la calle, con el fin de alejarse lo más posible de la gente. Se sentaron frente a frente, sonriendo.

—¿Has bebido mucho?

Kamal respondió vacilante:

—Dos vasos.

—No hay duda de que nuestro encuentro inesperado nos ha privado de sus efectos, ¡volvamos a la carga!; la verdad es que yo sólo bebo un poco, siete u ocho…

—¡Menuda noticia! ¡Eso se considera un poco!

—No te sorprendas como un ingenuo, pues ya no lo eres…

—Si te digo que hace dos meses no conocía siquiera a qué sabía.

Yasín contestó con desaprobación:

—¡Dos meses! ¡Parece que te he respetado más de lo que te mereces!

Se echaron a reír al unísono. Más tarde Yasín pidió los dos vasos. Y volvió a preguntar:

—¿Cuándo has conocido a Warda?

—Conocí a Warda y al whisky en una misma noche.

—¿Y cuál es tu experiencia con las mujeres, además de esta?

—Ninguna…

Yasín inclinó su cabeza mirándolo por debajo de sus cejas, fruncidas amistosamente, como diciéndole «¡Despierta!». Luego dijo:

—¡Tú y tus tontas pretensiones! No dejé de informarme en un tiempo pasado sobre los «tejemanejes» que os traíais tú y la hija de Abu Sari, el vendedor de pipas: unas veces con los ojos, otras con señas, ¿eh? Estos asuntos no se ocultan a los entendidos, ¡eh, desgraciado! Pero no hay duda de que te contentabas con ese juego superficial para no verte obligado a emparentarte con Amm Abu Sari como le pasó a mi anterior suegra con Bayumi, el vendedor de refrescos, ¿eh? ¡Y ahí está, convertido en rico y en vuestro vecino de al lado! Y ahora, ¿dónde se ha ocultado Maryam? Nadie sabe nada de ella. Su padre era un buen hombre. ¿Te acuerdas del señor Muhammad Redwán? Mira su casa. ¡Poco tiene que valer una mujer para que desprecie la moral!

Kamal no pudo contener la risa, y preguntó:

—Y el hombre, ¿es que él no pinta nada en este asunto?

Yasín soltó una gran carcajada, y contestó:

—El hombre no es la mujer, ¡lengua viperina! Dime, ¿cómo está tu madre? ¿Sigue la buena señora enfadada conmigo como después de divorciarme de Maryam?

—No, creo que se acuerda algo de todo este asunto; no es rencorosa, ya lo sabes.

Confió en sus palabras, y sacudió la cabeza apenado. El camarero llegó con las bebidas y las tapas. E inmediatamente Yasín elevó su vaso diciendo: «A la salud de la dinastía de Ahmad». Kamal elevó su vaso y se bebió la mitad, con la esperanza de recuperar la alegría que había perdido.

Yasín dijo con la boca llena de pan moreno y queso:

—Yo creía que, como el difunto, serías más parecido al carácter de tu madre. Yo te profeticé una vida de rectitud, pero tú, nosotros…

Como Kamal le miró interrogante, repitió sonriendo:

—Pero nosotros tenemos el carácter como el de nuestro padre…

—¡Nuestro padre! ¡Es la formalidad personificada, haciendo la vida imposible!

Yasín estalló en carcajadas, y tras esperar un poco, continuó:

—Ciertamente no conoces a tu padre. Como tú, yo tampoco lo conocía; más tarde lo descubrí como otro hombre, de los que hay pocos en la vida.

Se calló, pero Kamal le preguntó con curiosidad e interés:

—¿Qué sabes que yo no sepa?

—Sé que es el príncipe de la delicadeza y la sensibilidad. No me mires como embobado, y no pienses que estoy borracho. Tu padre era el alcalde de la jovialidad, la sensibilidad y la pasión.

—¿Mi padre?

—Lo supe por primera vez en casa de Zubayda, la cantora…

—Zubayda ¿qué?… Ja, ja.

Pero el rostro de Yasín estaba lejos de expresar algo cómico. Kamal dejó de reírse a la vez que el aspecto risueño se alejaba de sus facciones. Luego su boca empezó a contraerse poco a poco hasta apretar sus labios. En silencio, fijó sus ojos en el rostro de su hermano, mientras este le contaba detallada y minuciosamente lo que había visto u oído sobre su padre. ¿Estaba Yasín inventando mentiras sobre su padre? ¿Cómo podía esto ocurrir? ¿Qué causas lo justificaban? No, él sólo hablaba de lo que conocía. Así pues, ese era su padre. ¡Dios! ¿Y su severidad, su prestancia, su dignidad? ¿Dónde estaban? «Si mañana escuchas que la Tierra es plana o que el origen del hombre es Adán, no te sorprendas ni te inquietes». Finalmente preguntó:

—¿Sabe mi madre esto?

Yasín respondió riendo:

—Al menos, no hay duda de que conocía sus borracheras.

«¿Cómo podía afectarle eso, a ella, que se asustaba con nada? ¿Puede que mi madre —como yo— sea feliz exteriormente y desgraciada en su interior?» Y dijo, como forjando causas para defender a su padre sin creer en ellas:

—La gente es aficionada a exagerar, por eso no creas todo lo que afirman. Y además su salud demuestra que es un hombre moderado en la vida.

Yasín exclamó con admiración, indicando al camarero que repitiera la ronda:

—¡Es una maravilla! Su cuerpo es un prodigio, su espíritu es un milagro. Todo en él es milagro, incluso su lengua viperina… —los dos se echaron a reír—. E, imagina que, a pesar de todo esto, gobierna su casa como ya sabes, conservando su grandeza y su respeto. ¡Ya lo ves! ¡Pobre de mí!

«Piensa en estas maravillas. ¡Tú y Yasín estáis bebiendo! ¡Tu padre es un viejo desvergonzado! ¿Hay algo real y algo irreal? ¿Cuál es la relación entre la realidad y lo que existe en nuestras cabezas? ¿Cuál es el valor de la historia? ¿Qué relación existe entre una Aida idolatrada y una Aida embarazada? Y yo, ¿quién soy? ¿Por qué he sufrido este dolor brutal del que aún no me he librado? Ríete hasta morir».

—¿Qué pasará si por ventura nos viera sentados aquí?

Yasín hizo crujir su dedo, y dijo:

—¡Dios nos libre!

—¿De verdad es bonita Zubayda?

Yasín silbó moviendo sus cejas, por toda respuesta.

—¿No es injusto que nuestro padre goce de los mejores bocados mientras que nosotros no encontramos más que las migajas?

—Espera tu momento, ¡estás sólo al principio!

—Después de conocer su secreto, ¿no ha cambiado tu comportamiento con él?

—¡Qué va!

Una mirada soñadora brilló en los ojos de Kamal mientras exclamaba:

—¡Ojalá nos diera una parte de su gracia!

—¡Ojalá!…

—Nuestro caso no se va a echar a perder más de lo que ya está.

—Amar a las mujeres y beber no es nada malo.

—¿Y cómo te explicas su conducta a la luz de su profunda fe?

—¿Soy yo un ateo? ¿Y eres tú un ateo? ¿Y fueron los califas unos ateos? ¡Dios es Clemente y Misericordioso!

«¿Cuál sería la respuesta de mi padre? ¡Cuánto deseo discutir con él! Todo es posible salvo que sea un hipócrita. No, él no es un hipócrita. ¡Ha aumentado mi amor por él!» El último trago le había colmado y producido deseos de bromear. Continuó así:

—Es una pena que no haya aprendido arte dramático…

Yasín estalló en grandes carcajadas, respondiendo:

—¡Si supiera él la vida llena de mujeres y vino de la que disfrutan los comediantes, consagraría su vida al arte!

«¿Es verdad que estas palabras se burlan del señor Ahmad Abd el-Gawwad? Pero ¿acaso no desciende él de Adán? Después de todo, fue sólo la casualidad la que le hizo conocer la verdad de este hombre. Casualidad que ha jugado en tu vida el papel más importante: si yo no hubiera encontrado por casualidad a Yasín en la calle, el velo de la ignorancia no se habría disipado de mis ojos; si Yasín, a pesar de su ignorancia, no me hubiese arrastrado al gusto por la lectura, hoy yo estaría en la Facultad de Medicina como deseaba mi padre. Y si yo hubiese ingresado en el-Saidiyya no habría conocido a Aida, yo sería un hombre distinto y la existencia sería otra. ¡Y después, algunos se complacen en reprochar a Darwin el haberse basado en la casualidad para explicar el mecanismo de su teoría!»

Yasín continuó usando irónicamente un tono de sabiduría.

—Los días te enseñarán lo que aún no has aprendido…

Luego, burlándose de sí mismo:

—Fíjate, me ha enseñado a mí a satisfacer mis placeres temprano, para que mi esposa no tenga ni rastro de duda…

Movió su cabeza al mirar los ojos interrogantes y sonrientes de Kamal, después prosiguió:

—Es la más fuerte de mis tres esposas. ¡Creo que no me desharé de ella!

Entonces, Kamal le preguntó preocupado, señalando hacia la calle:

—¿Qué te ha traído aquí, para eso, tú que estás casado en terceras nupcias?

Yasín repitió la famosa frase de la canción que Kamal oyó por primera vez en la noche de bodas de Aisha:

—«Porque es así, porque es así, porque es así…»

Luego dijo sonriendo, un poco apurado:

—Zannuba me dijo una vez: «Tú, nunca te casaste, consideras el matrimonio como una especie de pasión, y ya es hora de que lo mires con seriedad». ¿No es extraño que estas palabras procedan de una tañedora de laúd? Pero parece que ella guarda más celosamente la vida conyugal que las dos anteriores. Está empeñada en permanecer como esposa mía hasta que cierre mis ojos para siempre. Pero yo no puedo resistirme a las mujeres. Tan pronto me enamoro de ellas, como me hastío. Por esa razón me dirijo a esas calles, temprano, para satisfacer el deseo sin implicarme en un amor duradero. ¡Si no fuera por aburrimiento, no iría a buscar a una mujer a Darb el-Tayyab!

Y preguntó a Kamal con mayor interés:

—¿Es que no era una mujer como las demás?

—¡En absoluto! Era una mujer sin corazón. ¡Para ella, el amor es una mercancía!

Kamal volvió a preguntar con los ojos resplandecientes de esperanza:

—¿Qué ves de diferente entre una mujer y otra?

Yasín sacudió la cabeza con orgullo, engreído en el rango que le otorgaban las preguntas de Kamal. Más tarde, preguntó con el tono de un experto:

—El puesto de la mujer en la jerarquía femenina se determina en función de sus cualidades morales y sentimentales, sin atender a su familia y su situación. Por ejemplo, Zannuba es para mí mejor que Zaynab porque es mucho más sentimental, y es mucho más solícita y está más entregada a la vida matrimonial. Pero al final encuentras en ellas sólo una cosa. ¡Ya vivas con la propia reina Balkis, no hay escape!; ¡siempre encontrarás al final el espectáculo habitual y un placer monótono!

El brillo se extinguió en los ojos de Kamal, ¿acaso Aida había llegado a ser un espectáculo habitual y un placer monótono? «¡Qué poco crédito tenía esa idea! Pero tú sólo eres una víctima de la realidad, e incluso pensar que ella te decepcione es doloroso y demasiado para ti. Y es incitar a la locura pensar que el ídolo por quien el alma suspira llegue a saber que el paso del tiempo ha hecho de él un espectáculo habitual y un placer monótono. Sin embargo, ¿cuál de las dos situaciones es más querida para ti, si puedes dar una respuesta? Aunque a veces la fuerza de mi deseo es tan grande que me hace suspirar de aburrimiento, al igual que a Yasín, su fuerte aburrimiento le hace suspirar por el deseo. Levanta pues tu cabeza hacia el Señor de los cielos y pídele una solución feliz».

—¿Nunca has amado a nadie?

—¿Y en qué estoy hundido ahora?

—¡Me refiero a un amor verdadero, no a estas pasiones pasajeras!

Yasín terminó su tercer vaso, limpiándose la boca con el dorso de su mano. Luego, retorciendo sus bigotes, dijo:

—No me tomes a mal, el amor para mí se concentra en ciertos lugares como la boca, las manos, etc.

«Yasín es guapo. Ella no tuvo que burlarse de su cabeza o de su nariz. Pero por lo que dijo, la queja parece real. ¡Como si el hombre sólo fuera hombre si ama! Y sin embargo, ¿para qué ha servido y qué me ha traído el amor sino dolor?…»

Yasín prosiguió, incitado con una señal a que acabara su vaso:

—No creas lo que se cuenta del amor en las novelas. ¡El amor es un sentimiento de unos días o de unas semanas, en buena opinión!

«¡Insultas a la eternidad! Pero ¿es posible olvidar el amor? No me considero como era antes. Me escabullo del infierno del tormento; entonces la vida me absorbe un tiempo hasta que vuelvo a caer otra vez; la muerte era mi qibla, pero hoy, hay vida aunque sin esperanza, lo maravilloso es que te rebelas contra la idea del olvido siempre que ella se te pasea por la cabeza, como si te molestara lamentar tal pensamiento. O quizá temieras descubrir la muerte de la ilusión que has sacrificado. O puede que rechazaras la idea de que la mano de la inexistencia tocase esa vida maravillosa, sin la cual te hubieras convertido en un ser que nunca existió. Pero ¿no recuerdas por qué extendías las palmas de tus manos implorando a Dios que te arrebatara ese tormento y que te infundiera el olvido?»

—Pero el amor verdadero existe. Leemos sus sucesos en los periódicos.

Yasín sonrió burlonamente, y contestó:

—A pesar de que estoy aquejado de pasión por las mujeres, no reconozco ese amor. Las tragedias que lees en las noticias hablan realmente de jóvenes sin experiencia. ¿Has oído hablar de Magnún y Layla? Quizá en esas historias haya gente parecida, pero Magnún nunca se casó con Layla. ¡Muéstrame un solo hombre que se haya vuelto loco por amor a su esposa! ¡Es una pena! Los maridos son muy sensatos, sensatos hasta ser odiosos. En cuanto a las mujeres, su locura empieza con el matrimonio; porque ellas no se contentan con nada menos que tragarse al marido. Creo más bien que es la locura la que convierte en enamorados a los locos, más que ser el amor el que convierte a los enamorados en locos. Los puedes ver hablando de la mujer como si hablaran de un ángel. ¡Y la mujer no es más que una mujer, un plato delicioso del que pronto te sacias! Invítalos a compartir una noche con ellas, y descubrirán su aspecto al despertarse, olerán su sudor y demás olores que provienen de ellas. De ese modo, ¡que hablen después de los ángeles! El encanto de la mujer no es más que una pantalla o un instrumento de seducción para pescarte en la red. Y cuando lo consiguen, aparece ante ti la criatura humana tal como es en realidad. Por ello, los hijos, los atrasos de la dote, la pensión alimenticia legítima… son los secretos de la fortaleza de un matrimonio, y no la belleza o el encanto.

«Cambiaría de opinión si viera a Aida. Aunque conviene que pienses de nuevo en el asunto del amor; lo veías como una revelación angelical, pero los ángeles ya no existen. Así pues, busca en la esencia del hombre y encájala dentro de las verdades filosóficas y científicas que ansias derribar. Sólo entonces conocerás el secreto de tu tristeza y descubrirás el velo del secreto escondido en Aida. No la verás como a un ángel, pero las puertas de la fascinación se abrirán para ti de par en par. Pero, y los antojos, el embarazo, el espectáculo habitual, los demás olores… ¡pobre de mí!» Con una tristeza que su hermano no captó, Kamal dijo:

—¡El hombre es una criatura sucia! ¿Es que no ha sido posible crearlo mejor y más limpio de lo que es?

Yasín levantó su cabeza, mirando a la nada, y dijo con una alegre felicidad extraña:

—¡Dios mío…! ¡Dios mío! Mi alma resplandece y se transforma en una canción. Mis extremidades se han convertido en instrumentos de música, el mundo es bello, los seres son queridos por mi corazón, el aire es agradable, la realidad es ilusión y la ilusión es realidad. En cuanto a las amarguras, se han convertido en una leyenda. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué bello es el vino, Kamal! ¡Dios le dé larga vida y lo conserve! ¡Y a nosotros, que nos dé salud y vitalidad para beberlo hasta el final de nuestros días! ¡Que se arruine la casa de quien lo considere malo o diga mentiras sobre él! Reflexiona sobre esta dulce embriaguez, medita, cierra tus ojos. ¿Has encontrado un placer como este? ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! —Después bajó la cabeza mirando a Kamal—: ¿Qué decías, hijo mío? ¿Que el hombre es una criatura sucia? ¿Es que te ha hecho daño lo que he dicho de la mujer?… No lo he dicho para dejarte una impresión de aversión hacia ella. En realidad las amo, las amo tal y como son. Yo sólo quería demostrarte que la mujer angelical no existe. Es más ¡no sé si la amaría si existiera! A mí, por ejemplo, como a tu padre, me gustan los traseros grandes. Si hubiera ángeles con grandes traseros, les sería imposible volar, compréndeme bien y no lo olvides: Es la vida de nuestro padre el señor Ahmad…

Kamal no tardó en compartir su embriaguez, y exclamó:

—¡Qué agradable parece el mundo cuando el vino alegra el alma!

—¡Dios bendiga tus palabras! Hasta la habitual melodía que canturrea el mendigo de la calle produce en nuestros oídos un efecto mágico.

—Hasta nuestras penas parecen las penas de otras personas.

—A diferencia de las mujeres de los demás, que sí que parecen nuestras. ¡Son la misma cosa, hermano mío!

—¡Dios! ¡Dios!; no quiero volver en mí.

—Lo que es una perversidad de la vida es que no podamos prolongar la borrachera tanto como deseamos.

—Que sepas que no considero la borrachera como una diversión, sino como un elevado fin semejante al conocimiento o al ideal.

—¡Así pues soy un gran filósofo!

—Cuando creas en lo que digo, y no antes.

—¡Que Dios te dé larga vida, padre mío! ¡Has tenido hijos filósofos como tú!

—¿Por qué parece el hombre desgraciado cuando no puede pedir nada más que un vaso, habiendo tal cantidad de botellas; y que una mujer, habiendo tantas?

—¿Por qué?… ¿Por qué?

—Te contestaré cuando me beba otro vaso.

—¡Ni hablar!

Yasín dijo esto con una voz marcada por una repentina lucidez, luego prosiguió en tono de advertencia:

—¡No te propases! Esta noche soy tu compañero, pero soy responsable de ti.

—¿Qué hora es ahora?

Sacó su reloj, lo miró y contestó:

—¡La una y media! ¡Esto es un desastre, valiente! Los dos vamos a llegar tarde. Detrás de ti está nuestro padre y detrás de mí Zannuba.

—¡Vámonos!

Después de unos minutos abandonaron el bar. Cogieron un coche que los llevó hacia el-Ataba. El coche rodeó la muralla de el-Ezbekiyya por su camino, en el que reinaban las sombras. De vez en cuando, aparecía un transeúnte fugitivo u otro vacilante. Cada vez que el coche pasaba por un cruce de calles, llegaba hasta ellos el eco de una canción, transportado por una brisa fresca. Sobre los edificios y los grandes árboles del jardín, las estrellas vigilantes brillaban.

Yasín dijo riéndose:

—Esta noche puedo jurar sin apuro que no voy a llegar temprano.

Kamal dijo un poco angustiado:

—Espero llegar a casa antes que mi padre.

—El miedo es la peor de las desgracias. ¡Viva la revolución!

—¡Abajo la esposa tirana!

—¡Abajo el padre tirano!