Libro tercero

Y todas las costas intermedias

Allí se encuentra observando a los elegidos en el muro,

aferrándose a la piedra con ambas manos,

con los ojos fijos en el contorno borroso de las hojas de hoz.

Nubes de espuma y nieve soplan detrás,

y hasta el horizonte, hasta la curva

de muro que marca la orilla,

nada salvo hombres batiéndose.

Cuando el mar llena la brecha,

sus primos alzan sus lanzas.

Durante doce horas el sol lucha

y el segador siega.

El muchacho clava los ojos en esa extensión

de hoja caliente y aceitada y hielo templado,

y yo espero que no caiga.

El muro, trova épica

Derak Ranathaj