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Cuando piensa en Belén a Héctor le sudan las manos. Ella quiere acostarse con él, está claro, y eso le da miedo. Estuvo a punto de hacerlo en dos ocasiones, con una compañera del trabajo y con una amiga del instituto, pero con ninguna pudo. Ellas se quedaron esperando, él se cortó; todo acabó entre excusas, de manera torpe. La polla, que se le hincha considerablemente cuando piensa en sus fantasías, permanece con la cabeza baja cuando se enfrenta a la realidad. No ha tenido desde entonces más oportunidades, ni las ha buscado. Pero Belén es distinta, es guapa (al contrario que las otras, que eran, como él, más gruesas que delgadas, más acomplejadas que seguras), es espontánea, directa, hace que todo parezca sencillo. Cuando recuerda cómo le cubrió la cabeza con el suéter dejándole la cara entre las tetas, empalma sin ninguna dificultad y hasta en exceso, porque a veces ese pensamiento le asalta en el trabajo o en la calle y resulta plenamente visible el bulto en los pantalones. ¿Por qué se comportó así? Consciente de su falta de atractivo, se hace esa pregunta, a la que da varias respuestas: samaritana compasión, desprejuiciada simpatía, inocente perversidad, simples ganas, sin que ninguna le convenza o le importe. ¿Qué más da por qué se ha fijado en él? Lo ha hecho y eso basta. Con ella se siente más cómodo que con las otras personas, parece comprenderlo, lo acepta. Y se pregunta si será suficiente, si no volverá a traicionarse. Ha limpiado la casa y retirado el panel con sus bellezas anestesiadas, procurando ocultar las huellas de sus sucias manías. Le avergüenza que ella, tan natural, descubra sus retorcidos secretos. No piensa invitarla a su casa y si lo hiciera probablemente ella no aceptaría, pero se prepara para esa posibilidad aunque le resulte remota. Belén le resulta tan desconcertante que no excluye nada. Llega por fin la hora ansiada y temida. Se encamina a su encuentro más abstraído que nunca, un fantasma atravesando la cálida tarde que se baña en el río, donde las muchachas reman en estilizadas canoas, empapadas de sudor. Belén sale de su casa, con unos deliberados minutos de retraso, raros en ella, quisquillosa con la puntualidad. Quiere que él ya esté allí cuando ella llegue.