Como las abejas, nosotros también producimos cera. Al final del canal auditivo externo se encuentran pequeños pelitos y alrededor de 4,000 glándulas que producen cera. Su función: impedir que los gérmenes, mugre e insectos lleguen al oído interno y nos causen una infección. Por cierto, la infección del oído es una de las más dolorosas.
La cera, al igual que los barros, posee aceite de las glándulas sudoríparas, ácidos grasos, bacterias y proteínas. Lo curioso del caso es que la cera puede ser sólida o líquida dependiendo de la raza. Por supuesto que el remedio para combatirla es lavarse y limpiarse bien las orejas.
Sin embargo, en ocasiones notamos que no podemos escuchar bien. Una de las razones puede ser que tengamos un tapón de cera, del tamaño de una canica, dentro de los oídos. Entonces tendremos que visitar al otorrinolaringólogo, quien con una cucharita especial, llamada cureta, nos sacará las bolas de cera de los oídos. Ahora podremos escuchar bien.