EL SUDOR

Cuando hacemos mucho ejercicio o practicamos cualquier deporte vemos que por la cara nos empiezan a chorrear gotas de sudor, la camiseta se nos moja en la parte de las axilas, así como el pecho y el cuello. Si en estas condiciones nos acercamos a alguien, no debe extrañarnos que nos diga: ¡apestas!

El sudor está compuesto de agua, sales y urea, ninguno de los cuales huele mucho. Sin embargo, cuando el sudor se mezcla con el aceite que produce la piel, así como las bacterias que viven en la superficie de la misma, es cuando puede producirse un olor desagradable. Hay muchas personas cuyo sudor no huele gran cosa, mientras que el de otras no lo soportamos por más cariño que les tengamos.

Los adolescentes, por ejemplo, producen más grasa que los niños; por eso como a los 13 o 14 años les comienzan a salir granos. También es cuando huelen más fuerte y cuando les da más flojera bañarse.

El sudor cumple una función muy importante que es mantener nuestro cuerpo frío, así como eliminar el nitrógeno que nos sobra, es decir, actúa como refrigerante.

El sudor lo producen las glándulas sudoríparas que se encuentran en la piel, en la capa llamada dermis. Los lugares en los que hay más glándulas sudoríparas son las axilas, la frente, las plantas de los pies y las de las manos.

Existen dos tipos de glándulas sudoríparas, las ecrinas y las apocrinas.

Las primeras sacan agua y otros compuestos de la piel para enfriar el cuerpo cuando tenemos mucho calor; se encuentran sobre todo en la cara, el cuello, el pecho y la espalda; el sudor que producen dichas glándulas no huele mal. En cambio, las glándulas apocrinas, que se encuentran donde se producen pelos, como las axilas, los dedos de los pies y los pezones, son las que producen un olor desagradable, cuando se mezclan con el aceite y las bacterias de la piel.

El mejor remedio para acabar con el mal olor es bañarse frecuentemente; el jabón mata las bacterias. El baño es un buen amigo, a pesar de que los reyes católicos, Fernando e Isabel, que patrocinaron los viajes de Cristóbal Colón, se bañaron sólo unas cuantas veces a lo largo de toda su vida. En particular se cuenta que la reina Isabel se bañó ¡sólo dos veces en su vida!

Para que no nos huelan las axilas, el remedio más sencillo es untarles alcohol; los chinos y japoneses emplean el té verde. Los comerciantes han inventado los desodorantes, que también acaban con las bacterias del sobaco, y los antitranspirantes, que producen una capa fina de sales de aluminio que impide que salga el sudor.