En los monasterios se referían a los sitios donde estaban los excusados como «el orificio humilde», en contraposición con el sitio para orar, al que llamaban «el orificio divino».
En esa época, acompañar al rey mientras hacía caca era un gran honor.
Tal vez en 1589, sir John Harington, ahijado de la reina Isabel I de Inglaterra, inventa el primer excusado, que consiste en un depósito con agua, en el cual se jala una válvula y los desechos se van hacia otro depósito donde son almacenados. Harington escribe, en 1596, el libro La Metamorfosis de Ájax, haciendo alusión al excusado. La broma le costó la expulsión de la corte inglesa.
La gran ventaja del excusado consiste en que los meados y la caca, con todo y su peste, se sumergen en el agua, con lo cual se logra que ¡ya no huela nada! El agua es el secreto del excusado. Excusado significa lo que ya no es útil y WC son las siglas en inglés de water closet y se refiere a que con el agua no hay olores. También se le llama inodoro, porque al usarlo no huele.
En 1775, el relojero Alexander Cummings presenta la primera patente del excusado actual. Poco después, los franceses inventan el bidet para lavarse todas las partes nobles. En 1884, Thomas Crapper, introduce el excusado sin válvula con un tanque de agua en la parte superior y, unos años después, Thomas Twyford propone la forma de S acostada con la que se produce el llamado efecto sifón del excusado actual. Los tres últimos se conocen como los tres mosqueteros del excusado.
Pese al gran invento del excusado, hoy muchas personas siguen yendo a baños en los que el excremento pasa a un depósito, como en la antigüedad, o cagando o meando de «aguilita», como se dice comúnmente, en un gran agujero; sin contar a los que abonan la tierra o la milpita en el campo, por supuesto con el más beneficioso abono para las tierras de cultivo.