Por supuesto que lo más sencillo es bajarnos los calzones y ponernos en cuclillas para hacer caca o pipí al aire libre en el campo o en la ciudad. Todos los animales lo hacen así, con la gran ventaja de que no usan ningún vestido. El verdadero problema es que somos seres humanos y nos da vergüenza hacer caca y pipí, así como echarnos pedos en público. También se trata de un problema de higiene porque la caca puede provocar muchas enfermedades (en cambio, la orina suele ser estéril, por eso la podemos beber sin que nos haga daño). Finalmente, nuestros desechos son apestosos, así que a nadie le gusta oler la caca y los meados, así sean nuestros.
Durante muchos años se cagaba y orinaba al aire libre y los desechos se enterraban en el suelo con una espada o un pico. Los antecedentes del excusado se encuentran en los egipcios, quienes diseñaron los primeros muebles o sillas con un agujero de alrededor de 15 cm de diámetro, incluso con forma de casquete de esfera para adaptarse a las nalgas; esto lo hicieron alrededor del año 2700 a. C. Posteriormente, los cretenses, en la Grecia antigua, también emplearon estos excusados.
Este primer tipo de excusados se conocen asimismo como letrinas (y se siguen empleando actualmente, aunque privadas). La letrina consiste en un agujero profundo hecho en la tierra, donde se va juntando la mierda. Se coloca una silla de madera, para apoyar las nalgas, con un agujero para que la caca caiga al fondo sin salpicarnos.
En la Roma antigua se construían letrinas grupales para platicar mientras se cagaba. A la hora de limpiarse se usaban unas varas de madera con paños atados en la punta que se remojaban en agua.
Posteriormente, se empleó la bacinica u orinal, una taza de gran tamaño en la que la gente se sentaba y hacía sus necesidades. Las bacinicas se volvieron muy populares por la privacidad o porque eran fáciles de transportar. Las había de muy diversos tipos, incluso con tapa, pero poco a poco se establecieron las de porcelana, dado que no absorbían el olor. El problema serio es que el contenido de éstas se arrojaba por las ventanas a la calle. Así que nos podía caer una caca del «cielo». En la Edad Media, los desechos humanos y animales se acumulaban en las calles y luego se recogían con carretillas a montones. Las enfermedades, epidemias y muertes que provocó esta costumbre en las grandes ciudades fueron un problema serio. La bacinica se empleó hasta mediados del siglo XX.