La caca puede ser de todos tipos, colores, consistencias y olores, dependiendo de lo que hayamos comido. No hay que olvidar que la caca, la orina, los pedos y anexas, son los desechos de la comida que nuestro organismo no pudo aprovechar, lo cual no significa que otros organismos no la puedan aprovechar, por ejemplo las moscas.
Generalmente, si tenemos diarrea es síntoma de alguna enfermedad o de que alguna comida no nos ha sentado bien. En este caso tenemos que acudir al médico, por la sencilla razón de que si nuestro organismo expulsa demasiada agua, se deshidrata, es decir, se queda sin agua. De igual forma, la presencia de sangre en nuestra caca (que la tiñe de negro) supone un problema grave que requiere atención médica. ¡También algunos medicamentos la ponen de ese color, como el Peptobismol! Si estamos enfermos del hígado, la caca nos sale blanca.
Los primeros tipos de caca son los que flotan en el agua o los que se hunden. Lo cual no representa ningún problema. Una caca que flota es como un tronco de madera, que gracias al gran Arquímedes sabemos que posee una densidad menor que el agua y que por esta razón flota en ella. La caca flotante tiene la gran desventaja de apestar más, por estar en contacto con el aire, así que hay que tratar de no dejarla flotando en el excusado.
Por otro lado, hay unas cacas de gran diámetro y otras delgaditas. También está la gran cagada de más de 30 cm de longitud, que puede tapar el excusado.
Hay cacas de todos colores: amarillas, cafés, verdes, negras, anaranjadas, rojizas e incluso negras, todas ellas dependen de los pigmentos de los alimentos que hayamos comido. Sólo habrá que preocuparse cuando exista la posibilidad de rastros de sangre o que tengamos diarrea. Finalmente, los recién nacidos hacen un tipo especial de caca llamada meconio.
El problema fundamental de las cacas es que sólo somos capaces de aceptar la nuestra, y eso con mucho trabajo porque incluso en muchas ocasiones nos desagrada, pero cualquier caca que no sea la nuestra nos produce mucho asco.