No sólo nosotros nos beneficiamos de lo que transita en nuestros intestinos, sino los innumerables parásitos que habitan ahí. Algunos de los más notables son las lombrices y las taenias (se pronuncia tenias).
Algunas de las lombrices intestinales miden más de 15 cm de largo y 1 cm de ancho; en ocasiones emergen por el ano sin decir «agua va» y nos sorprenden cuando sentimos que algo pegajoso se mueve entre nuestras piernas.
La taenias viven de una en una en el intestino delgado y miden varios metros de longitud. Aunque están agarradas con ganchos y ventosas no las sentimos. Lo que sí nos afecta son sus larvas que pueden alojarse en nuestro cerebro, ojos, hígado y músculos; si las larvas están a flor de piel se pueden tocar como una bolita de un centímetro debajo de nuestra piel.
Para que tanta lombriz no pulule dentro de nuestros cuerpos es bueno lavarse las manos después de hacer caca y antes de cada comida. Las lombrices y las taenias producen miles de diminutos huevos que nos podemos pasar de mano en mano.