—Pero, señor Harriman…
Ashley, el agente de cambio estaba completamente anonadado. El anciano gruñó:
—Ya me oyó: venda. Quiero hasta mi último centavo en efectivo: Espaciolíneas, Compañía Proveedora de Espaciolíneas, Líneas Artemis, Recreos de Luna City… todas.
—Pero el mercado bajará… Va a desvalorizar usted sus acciones…
—¿Se cree que no lo sé? No me preocupa. Venda como le digo.
—¿Y las acciones destinadas al Observatorio Richardson y a las Becas Harriman?
—Oh… no, ésas no las venda. Constituya una fundación… debimos haberlo hecho hace años. Dígale al hijo de Kamens que prepare los papeles.
La pantalla de televisión se iluminó.
—Esos caballeros están aquí, señor Harriman.
—Hágalos pasar. Nada más, Ashley. Que todo esté listo cuanto antes.
Ashley salió, dejando el paso a McIntyre y Charlie. Harriman se levantó y salió presuroso a su encuentro.
—Adelante, muchachos, adelante. Me alegra verlos. Tomen un cigarro.
—Gracias —respondió Charlie—. La verdad es que necesitábamos verlo urgentemente.
—¿Algún problema?
Harriman pasó la vista de uno a otro rostro. McIntyre se encargó de responder.
—¿Sigue con su idea, señor Harriman?
—Por supuesto… ¿Qué les pasa? No se habrán echado atrás, supongo.
—Todo lo contrario. Ahora necesitamos su trabajo más que nunca. El Despreocupado está en medio del Ossage River, con el tubo de reacción metido en el inyector.
—¡Caramba! ¿No se han hecho daño?
—No, excepto rasguños y quemaduras leves. Saltamos con paracaídas.
Charlie sonrió.
—Al caer al río, casi me trago una anguila. Después de referida la aventura, pasaron a los negocios serios.
—Ustedes tienen que encargarse de comprar la nave —dijo Harriman—: si lo hiciera yo, mis colegas se darían cuenta y se las arreglarían para estorbarme. Cuenten con todo el dinero necesario. Busquen algún tipo de estratonave que pueda ser reacondicionada para nuestro vuelo. Inventen un buen pretexto: un yate estratosférico, una línea de polo a polo… Ustedes verán. Hay que evitar que sospechen que la queremos para un vuelo interplanetario. Cuando tengan ya en su poder el cohete y consigan la licencia del Departamento de Transportes para vuelos estratosféricos, lleven la nave a un lugar desierto, por ejemplo en el oeste. Yo les conseguiré una parcela de terreno. Cuando esté todo listo, yo iré a buscarlos. Entonces instalamos los tanques, cambiamos los inyectores, los controles. ¿Qué les parece el plan?
—El trabajo mecánico va a ser complicado —dijo McIntyre—. Charlie, ¿te parece que lo podrás hacer sin taller?
—¡Claro que sí!… siempre que tus bonitas manos no teman ensuciarse. Dame los materiales y las herramientas necesarias y no me apures demasiado. Por supuesto que no va a ser una broma.
—Nadie supone que sea un trabajo liviano. Lo único que me interesa es un cohete que no explote al apretar el arranque: el combustible isotópico no es un chiste ni nada parecido.
—No tengas miedo. A mí también me interesa que no estalle.
—Eso dijiste del Despreocupado.
—Es muy distinto. Ése era puro cascajo, y los dos sabíamos. Éste va a ser distinto. Gastaremos lo que sea necesario, pero lo vamos a preparar en forma…, ¿no es verdad, señor Harriman?
Harriman le palmeó la espalda.
—Claro que sí, Charlie. Cuenta con todo el dinero que necesites; no escatimes. Los salarios y compensaciones que propuse, ¿los satisfacen? No quisiera defraudarlos.