Harriman caviló y dormitó durante la media hora que duró el viaje hacia Kansas City; dormitó con el sueño ligero y turbado de la vejez, repleto de episodios de su larga vida que desfilaban uno tras otro ante su mente:
Una vez… ¡ah! sí, en 1910. Un niño mira al cielo en una cálida noche de primavera:
—«¿Qué es eso papá?».
—«El cometa Halley, hijo».
—«¿De dónde viene?»
—«No lo sé, querido; de algún lugar del cielo, muy lejos de aquí».
—«Es precioso, papito; quiero tocarlo».
—«Me parece que no vas a poder…».
Transición:
—«Delos, ¿de veras piensas invertir en esa Compañía de locos el dinero que hemos ahorrado para la casa?»
—«Sí, Charlotte, pero Rutas del Espacio no es una locura: es una sólida inversión comercial. Pronto el cielo estará lleno de cohetes; los barcos y los trenes van a pasar de moda. Recuerda lo que sucedió a los que tuvieron la visión de invertir su dinero en las acciones de Ford».
—Cuando los cohetes de transporte comiencen a dejar dinero, nosotros ya estaremos bajo tierra.
»—No, Charlotte. Algún día, los hombres llegarán en cohete incluso a la Luna. Esto es sólo el comienzo.
»—«Sí, pero no necesitas gritar». —Lo siento, ya sabes que me entusiasmo.
»—«Tengo dolor de cabeza ¿No puedes quedarte tranquilo ni siquiera en la cama?».
No pudo quedarse tranquilo ni siquiera en la cama. Se levantó para salir al balcón y mirar a la Luna llena desplazándose majestuosamente por el cielo. El día siguiente sería un día difícil, pero ahora estaba con su antigua amiga. ¿Dónde estaba el Mare Crisium? Ya no lo podía descubrir a simple vista, como de niño… probablemente necesitaba gafas nuevas; el trabajo de la oficina no era bueno para sus ojos.
Pero no necesitaba verlo sabía que estaba allí, junto con los otros mares: el Mare Crisium, el Mare Fecunditatis, el Mare Tranquilitatis… y los Cárpatos y los Apeninos…
Trescientos ochenta y cuatro mil kilómetros: unas diez veces la vuelta al mundo. Los hombres podían salvar fácilmente una distancia tan pequeña. ¡Si casi podía tocarla estirándose un poco!
Nueva transición:
—Hijo, quiero hablar en serio contigo.
»—Sí, mamá.
»—«Ya sé que tú querías ir a la universidad el año que viene (¡quería, sí! Durante años no había pensado en otra cosa: la Universidad de Chicago… los cursos de Moulton… el observatorio de Yerkes, para trabajar a las órdenes del Dr. Frost en persona), y yo también esperaba que lo hicieras. Pero con la muerte de tu padre, y las chicas que están creciendo, es difícil arreglar nuestro presupuesto. Tú has sido un buen hijo y me has ayudado a afrontar las cosas. Espero que también ahora comprenderás».
—«Sí, mamá».
Transición final:
«¡Extra! ¡extra! un cohete estratosférico cruza el Atlántico»—. El hombrecito delgado arrebató el diario y volvió corriendo a la oficina. —Mira esto, George.
»—Mum… muy interesante. ¿Qué hay con ello?
»—«¿No te das cuenta?… ¡El próximo viaje será a la Luna!»
—«Muy bien; pero eres un ingenuo, Delos. Esas revistas de ciencia-ficción que estás leyéndolos a todas horas, te han calentado la cabeza. El domingo encontré a mi chico con una de ellas y le arreglé las cuentas… Tus padres deberían haber hecho lo mismo contigo». Harriman se irguió, ensanchando sus espaldas. Era entonces un hombre de mediana edad.
—«Llegará a la luna».
—«Como quieras (su socio se echó a reír). Si el nene quiere la Luna, su papá se la dará. Pero mientras dedícate a tus descuentos y comisiones; de allí es de donde sale el dinero…».
El gran coche de Harriman entró en Kansas por el Paseo y siguió por el Armour Boulevard. El anciano se despertó malhumorado.