Los pollos asados, el excelente vino, los postres, el coñac y los habanos legítimos habían acortado las distancias entre Harriman y el piloto en aquel reservado del mejor hotel de la pequeña población de Butler.

—Le confieso, capitán, que me es muy difícil imaginar que alguien pueda abandonar la línea de la Tierra a la Luna —dijo Harriman.

—Pues a mí no me gustó.

—Vamos, Mac —interrumpió Charlie, el mecánico de McIntyre, mientras se servía otra copa de coñac—. Dile la verdad: de no haber sido por el artículo cuatro, todavía estaría volando entre la Luna y la Tierra.

—Bueno… —respondió McIntyre con disgusto—. ¿Y qué si tomé una o dos copas de más? Hubiera podido arreglármelas perfectamente de no haber sido por esos malditos reglamentos. ¿Y quién eres tú para echármelo en cara?… ¡Contrabandista!

—Claro que hice contrabando. ¿Quién podía resistir a todos esos diamantes como rocas tirados por todas partes, que no esperaban más que ser recogidos y llevados a la Tierra? Si no me hubieran descubierto, ahora estaría en Luna City. Y también tú, pedazo de borracho… Nos pagarían copas en los bares, y las chicas nos harían proposiciones.

El mecánico apoyó la cabeza sobre un brazo y lloró en silencio.

McIntyre lo sacudió.

—Está borracho.

—¡Déjelo! Dígame: ¿de veras está usted satisfecho de haber dejado su puesto de piloto?

—¡Claro que no! Desde entonces tengo una mala racha. Lo único que me queda es ese cascajo que usted vio. A cada lanzamiento perdemos una pieza. Hemos recorrido todas las ferias del valle del Mississippi…, cuando no es el alguacil con un embargo, es alguna sociedad protectora con una restricción la que nos impide lanzar el cohete… ¡Ya estoy harto! Esto no es vida para un piloto de cohetes.

—¿Mejoraría su situación si pudiera volver a la Luna?

—Bueno… sí… Por supuesto que no podría entrar de nuevo en la Compañía, pero en Luna City siempre podría encontrar algún otro trabajo. Por ejemplo, transportar mineral… Siempre faltan pilotos de cohetes para ese trabajo, y la Compañía haría la vista gorda sobre mis antecedentes. Si no volviese a probar el licor, con el tiempo tal vez me admitiesen de nuevo como piloto en la línea interplanetaria.

Harriman jugueteó con una cuchara, luego levantó la vista y preguntó a los dos hombres:

—¿Puedo hacerles una propuesta?

—¿De qué se trata?

—El cohete que estaba en la feria, ¿es propiedad de ustedes?

—Sí, es nuestro, aunque tenemos algunas hipotecas pendientes. ¿Por qué lo pregunta?

—Porque quisiera alquilarlo para un viaje a la Luna, con ustedes como tripulantes.

Charlie se incorporó de un brinco.

—¿Has oído lo que dijo, Mac? ¡Quiere ir a la Luna en el cascajo!

McIntyre sacudió la cabeza.

—Imposible, señor Harriman. Es imposible reacondicionarlo para combustible isotópico… ni siquiera aguanta el combustible común. Nosotros usamos gasolina y aire líquido. Charlie se pasa el día ajustándolo. Cuando menos lo pensemos, estalla…

—Dígame, señor Harriman —preguntó Charlie—, ¿no podría usted conseguir un permiso y hacer el viaje en una de las espacionaves de la Compañía?

—No, muchachos; no es posible. Ya sabes las condiciones en que las Naciones Unidas concedieron el monopolio a la Compañía: nadie que no reúna las aptitudes físicas necesarias puede salir al espacio. La Compañía es responsable por entero de la seguridad y salud de todos los ciudadanos más allá de la estratósfera. La razón oficial para conceder el monopolio fue la de evitar pérdidas innecesarias de vidas durante los cinco primeros años de vuelo interplanetario.

—¿Y usted no puede pasar el examen médico?

—No.

—¿Y por qué diablos no compra a algún funcionario de la Compañía? Ya lo han hecho más de cuatro. De todos modos, no le va a resultar más caro que contratarnos a nosotros.

Harriman sonrió seriamente.

—Ya lo sé, Charlie, pero no puedo pasar inadvertido tan fácilmente: mi nombre completo es Delos D. Harriman.

—¡¡¡Cómo!!!… ¿Usted es de veras el viejo Harriman? Entonces usted es el dueño de la Compañía y puede hacer lo que quiera, con reglamentaciones o sin ellas.

—Eso es lo que la gente piensa, pero están equivocados. Los hombres ricos son mucho menos libres que los hombres comunes. Yo intentaría lo que me aconsejas, pero los otros directores no me dejarían. Tienen mucho miedo a perder el monopolio; les cuesta mucho… mucho trabajo conservarlo.

—¿Te das cuenta, Mac? ¡Un tipo que tiene tanto dinero y no lo puede gastar en lo que se le antoje!

McIntyre no respondió; esperaba a que Harriman continuase.

—Capitán McIntyre, si usted tuviera una nave adecuada, ¿me llevaría a la Luna?

McIntyre se frotó la barbilla.

—Es contra las leyes…

—Le pagaré como para compensar ese riesgo.

—¡Claro que lo vamos a llevar, señor Harriman! —exclamó Charlie—. ¡Por supuesto que sí!, ¿verdad Mac? ¡Huy… Luna City!

—¿Por qué desea tanto ir a la Luna, señor Harriman? —preguntó el capitán.

—Desde que tenía diez años no he deseado otra cosa. No sé si ustedes podrán entenderlo. Ustedes nacieron en la era de la navegación espacial, yo bastante más viejo… cincuenta años por lo menos. Cuando era niño, nadie creía que los hombres pudieran llegar a la Luna… Ustedes han visto cohetes durante toda la vida, y el primero llegó allí cuando todos ustedes eran todavía niños. Durante mi infancia, todos lo juzgaban una irrealizable aventura de locos; pero yo creí en ello. Leí a Julio Verne, a Wells, a Smith, y creí que podíamos hacerlo, que lo haríamos. Se me metió en la cabeza ser uno de los primeros hombres que pusieran los pies en la Luna, que viesen lo que hay en la otra parte y que mirasen desde allí a la Tierra colgada en el cielo. A menudo que quedaba sin merendar para poder pagar mi contribución a la Sociedad Norteamericana de Cohetes, porque me parecía que de ese modo ayudaba a que estuviera más próximo el día en que llegaríamos a la Luna. Cuando ese día llegó, yo ya era viejo. He vivido más de lo que me corresponde, pero no quisiera morir… no quiero morir sin haber puesto mis pies en la Luna.

McIntyre se levantó y le tendió la mano.

—Consígame la espacionave —dijo—, y yo lo llevaré.

—¡Bravo! —gritó Charlie—. ¿No le dije, señor Harriman?