Los meses siguientes fueron tan activos como el período anterior al viaje del Pionero (ahora retirado con todos los honores a la Smithsonian Institution). Una plana mayor de ingenieros y numerosas brigadas de obreros trabajan en la catapulta; otros dos nuevas naves la Mayflower y la Colonial; sobre las mesas de diseño se hallaban los planos de una tercera nave. Ferguson era el ingeniero jefe de toda la empresa; Coster, siempre bajo la protección de Jack Berkeley, seguía siendo ingeniero constructor, y trabajaba donde y cuando quería. Colorado Springs se había convertido en una ciudad febril y bulliciosa; las edificaciones anexas a la carretera rodante de Denver-Trinidad se extendieron hasta Springs, y rodearon Peterson Fields.
Harriman estaba atareadísimo. Los trabajos aumentaban constantemente en extensión y actividad y le ocupaban todos los días de la semana, pero, haciendo trabajar también a Kamens y a Montgomery hasta casi hacerlos caer exhaustos, y pasándose muchas noches sin dormir, consiguió disponer de bastantes oportunidades para correr a Colorado y cambiar impresiones con Coster.
Se decidió que Luna City se fundaría en el viaje siguiente. La Mayflower se planeó para transportar no sólo siete pasajeros, sino también el aire, agua, comida y utensilios suficientes para mantener a cuatro de ellos hasta el próximo viaje. Los primeros colonos vivirán en un refugio de aluminio del tipo Quonset, cerrado herméticamente y sometido a presión interior, que sería enterrado bajo la superficie de la Luna hasta que —como era de esperar— fuesen en su ayuda.
La elección de los cuatro pasajeros suplementarios dio lugar a otra polémica, otra campaña de prensa… y la venta de más acciones. Harriman insistía en que fuesen dos jóvenes matrimonios, contra las objeciones generales de las organizaciones científicas de todo el mundo. Sólo cedió a condición de que estos cuatro pasajeros fuesen científicos, y en ese caso no importaba que formasen dos matrimonios de sabios. Esto ocasionó algunas bodas precipitadas… y también algunos divorcios después que se hubo anunciado el nombre de los elegidos.
La Mayflower tenía el tamaño máximo que los cálculos mostraban prudente para situarla en una órbita libre en torno a la Tierra, después de haber sido lanzada por la catapulta y ayudada por sus propios motores. Antes de despegar, otras cuatro naves, tan grandes como ella, la precederían. Pero éstas no eran exactamente naves. Eran simples depósitos… y ni siquiera llevaban nombre. El más cuidadoso de los cálculos balísticos, el lanzamiento más preciso, los colocaría en la misma órbita y en el mismo lugar. Allí la Mayflower se reuniría con ellos y cargaría el combustible que transportaban.
Ésta era la parte más peligrosa de todo el proyecto. Si los cuatro depósitos podían quedar colocados a la suficiente proximidad, LeCroix, utilizando su pequeña reserva de combustible de maniobra, podría acercar su nueva nave hasta ellos. En caso contrario… bueno, se está muy solo en el espacio.
Se pensó muy en serio en utilizar pilotos en las naves-depósito y aceptar como contrapartida el uso de una parte del combustible para permitir que una navecilla, una especie de bote salvavidas con alas, abandonase el depósito una vez realizada la operación, alcanzase la atmósfera y frenase lo suficiente para aterrizar. Pero Coster encontró un medio más sencillo.
Un piloto automático controlado por radar, cuyo antecesor era la espoleta de proximidad y cuyos padres inmediatos podían hallarse en los controles de dirección de los proyectiles teledirigidos, recibió la tarea de reunir a las naves-depósito. La primera de ellas no transportaría este equipo, pero la segunda, gracias a su robot, localizaría a la primera y se dirigiría hacia la misma gracias a un motor a reacción de pequeño tamaño, utilizando el vector más pequeño para reunirse con ella. La tercera apuntaría a las dos primeras, y la cuarta se reuniría con el grupo. LeCroix no tendría por qué preocuparse… si el sistema daba resultado.