Islandia

Este año hemos venido al Sardinero, y todo el día estamos en la playa.

Miss Nelly se fue a Londres. ¡Qué alegría! Y no sé cuándo vendrá. He preguntado cuándo es Pascua y cuándo Navidad, porque Mambrú, que se fue también, tenía que volver en ese tiempo. Y se han reído de mí.

¡De todo se ríen!

Voy a la playa con el ama de «Baby», mi hermanito, que ya es más guapo, pero no tanto como un ángel, aunque mamá diga otra cosa.

El ama conoce a todas las amas del mundo, y cuando llegamos a la playa ya hay un corro de amas y niñeras con nosotros.

Yo hago flanes de arena, sin alejarme mucho, porque me lo han prohibido, y oigo las tonterías que dicen las amas.

—¿Has tenido carta del pueblo?

—Tuve. Casóse la Colasa y la Cereza murióse.

—¡Qué desgracia, mujer! Cuando escribas darás expresiones y dirás que he sentido mucho lo de la vaquilla…

¡Nunca entiendo si hablan de la vaca o de su hermana!… ¡A lo mejor serán también las vacas hermanas suyas!

Ayer decía un ama:

—La cocinera nuestra está siempre de «bureo». Hoy me dijo que se iba a Islandia.

—¿Qué es Islandia? —preguntó otra.

—No sé.

Pero yo, que sí sé lo que es Islandia, porque papá me ha leído este invierno un libro que se llama «Viaje al centro de la Tierra», se lo expliqué todo.

—¿No sabéis lo que es Islandia? Pues Islandia es una isla muy grande, que está en medio del mar.

—¿Como Cuba?

—Sí; pero en el mar de Islandia hace mucho frío y van nadando por el agua pedazos de hielo.

—¡Para este tiempo, lo más propio! ¡Si la cocinera es muy «cuca» y sabe lo que se hace!

—Si me escucháis, os lo contaré todo: en Islandia hay una cueva por donde se baja al centro de la Tierra. Por allí bajaron Hans y su tío, que era un sabio muy gruñón, y estuvieron bajando muchos días…

—Será una mina…

—No sé. Pero bajando, bajando, llegaron a un bosque de hongos tan altos como Piquío, y allí encontraron dos lunas muy brillantes y un mar pequeño, y de repente se armó una tempestad cuando estaban embarcados… También había pájaros muy grandes que chillaban, y un hombre grandísimo que estaba desnudo entre los hongos…

—¡Será el diablo!

—No, era Adán, que vive allí todavía. Mi papá me lo leyó. Decía que era el hombre primero o el primitivo, o qué sé yo… Bueno: Adán era…

—¡Jesús, qué cosas! Nunca había oído esto.

—¡Escucha, mujer, por tu vida, lo que la niñina nos cuenta!…

Y cada vez fueron llegando más amas y niñeras, y me lo hicieron repetir muchas veces con todos los detalles.

Algunas no lo creían.

—¡Eso será o no será!

Pero las que lo oyeron las primeras se lo explicaban a su gusto.

—Sí, mujer, sí; es verdad. Es un tío de la niñina, que tiene muy mal genio, el que lo ha visto, porque ha estado allí.

—¿Y vio a Adán? ¡Madre de Dios, qué miedo! ¡Puede ser que si hubiera ahondado más llegara al infierno! Y la pobre Eva, ¿dónde estaba?

—No sé. A mí no me han contado más.

—¿Y adónde hay que ir para ver eso?

—Pues a Islandia, una isla muy grande.

—Allí es donde va a ir la cocinera de casa.

—¡Ay, mujer! ¿Verá a Adán?

—¡Ya lo creo que le verá! ¡Buena es ella para dejarse nada por ver!

—¿Está lejos esa Islandia?

—Muy lejos —expliqué yo—. Hay que ir en un barco que tarda muchos días en llegar.

—¿Estás segura? Pues la cocinera ha ido esta tarde, y tiene que estar en casa pronto para hacer la cena…

—¡Pero, mujer, si Islandia es un bar que hay en el astillero! —dijo una niñera—. Yo he estado allí un domingo…

—¡Anda! ¡Y yo que me había creído lo de Adán! ¡Mira, mira qué embustera es la pequeña, y parecía una «coitadiña!»…

—¡Tú sí que eres embustera y tonta!

Me puse furiosa con todas. Ellas se reían de mí, y yo acabé llorando y pegándoles patadas.

Cuando llegamos a casa, mamá me llamó:

—Dime, hija: ¿quién es ese tío tuyo que ha visto a Adán en una cueva? Naturalmente, las pobres amas no creen tus mentiras, y tú las pegas.

¡Muy bonito! Si no vuelve pronto miss Nelly, habrá que pensar en otra institutriz… ¡Válgame Dios, qué criatura!