Florita y sus papás

Ahora voy al Retiro con la miss todas las mañanas. Llevo pan para los pajaritos, y todos me conocen.

Yo también los conozco. «Nicolasa» es una pajarita parda con una mancha oscura junto al pico. Viene en cuanto la llamo: «¡Pi, pi, pi!» Coge una miga y se marcha volando por entre los árboles. En seguida vuelve, y se lleva otra; y hasta que se ha llevado cinco no como ella.

—Miss, «Nicolasita» tiene cinco hijitos en el nido.

—¿Quién se lo ha dicho?

—Yo que lo sé.

—¡Oh! Las niñas no se fijan en eso.

—Peor para las niñas…

Miss no entiende nada, no sé si por ser inglesa o por ser mayor que yo.

Me gustaría tener una amiga en el Retiro; pero mamá no quiere que juegue con nadie a quien no conozca.

Ayer, después de dar el pan a los pajaritos, me senté en el banco, aburrida.

—Vamos a casa, miss.

—No, es pronto… Mire allí quién viene…

Por el final del paseo venía una señora gorda, un señor con unos pelos muy largos en la cara, una miss y una niña.

—No los conozco.

—¡Pero yo sí! Es miss Donand…

Ahora conocerá a Florita, una niña perfecta.

—Será muy aburrida.

Llegaron a nuestro banco. Miss Nelly saludó a la otra miss, y la señora dijo:

—Quédese con su amiga, miss. Así Florita jugará con esta niña, y después irán ustedes a encontrarnos al coche.

El papá se quitó el sombrero para limpiarse el sudor, y vi que el pelo que todos tenemos en la cabeza él lo tenía en los carrillos… ¡Qué atrocidad!

La inglesa se puso a hablar con la miss, y yo con Florita.

—¿Traes pan para los pájaros?

—Yo, no. ¿Y tú?

—Sí, ya se lo he dado.

—Yo se lo daba en París. ¿Has estado tú en París?

—No.

—¡Ah! ¿No? Entonces, ¿de dónde te han traído a ti?

—No sé.

—A mí me han traído de París, como a mi hermanito y como a mi muñeca grande. ¡Todo lo traen de París!

—Menos a Juana, que vino de Yepes.

—¿Quién es Juana?

—La doncella.

—¡Bah! ¡Es distinto!

—Y a miss Nelly, que vino de Londres.

—Porque es inglesa. Pero a las niñas «bien» las traen de París.

—Yo no soy niña «bien».

—¿Pues quién eres?

—Celia.

—¿Qué es tu papá?

—No sé.

—¡Ah! ¡Entonces!… El mío es general.

—¿Qué es eso?

—El que manda más.

—Mi papá también manda.

—¿En quién? Mandará en ti.

—Y también en unos señores que escriben en el despacho grande.

—Escribientes serán. Mi papá manda en toda la gente, en todos los guardias y en todos los soldados.

—¿Y también en «Nicolasita»?

—También; manda en todos.

—¡Qué pena! Yo creí que en «Nicolasita» no mandaba nadie.

—Mi papá tiene un coche grande y criados con galones.

—¿Qué son galones?

—Cintas de oro.

—Y tú, ¿tienes galones?

—¿Yo? ¡Qué tonta! Yo tengo juguetes, muñecas y una casa entera… ¡Mi papá es muy rico!

—Y el mío, más. En un armario que se llama el archivo tiene montones de billetes así de altos, atados con cintas.

—¡Huy, qué mentira! —y Florita fue riéndose a contárselo a su miss.

—Esta niña es muy embustera. Dice que su papá tiene montones de billetes…

—¡Oh Celia! ¡Qué conversación tan impropia de una señorita!

—Pero, miss, si es que ella me dice…

—¡Chis! «Shocking».

¡Vaya una niña tonta que es Florita! No hablaría más con ella… Me senté en un banco que estaba lejos, y empecé a cantar:

Baa! Baa! Black Sheep Have you any Wool?

—¿También tú sabes la canción de la ovejita negra? —dijo Florita.

—Sí; me la ha enseñado mamá.

—¿Tu mamá sabe inglés?

—Y francés. Y también italiano, y música, y todo… Mi mamá sabe todo. ¡Es un hada!

—Pero mi mamá es más gorda.

—Bueno; que lo sea.

—Y mi papá tiene barba…

—¿Qué es barba?

—Pelo en la cara, ¿no lo has visto?

—¡Ah, sí! Que el pelo de aquí lo tiene aquí.

—¡Tonta! ¡Estúpida! ¡Esta niña es idiota!

—Y tú una acusona…

Ya no pensaba hablar más con ella, cuando vi a mamá que venía hacia nosotras.

—¡Mamá! ¡Mamaíta!

—¡Hija mía! ¿Es amiga tuya esta niña?

—No. Es amiga de miss…

—Y tuya también, ¿no?

Mamá y yo fuimos al banco donde estaban las dos inglesas, y Florita se puso a mi lado.

—Tu mamá se pinta —me dijo al oído.

—¡Mentira! ¡Y tu mamá es un pato!

—Y la tuya una negra.

¡Dios mío! Yo no sé lo que pasó; pero me encontré en el suelo con Florita encima de mí, arañándome y queriéndome sacar los ojos; yo le tiraba de los pelos, mamá nos separaba y miss chillaba no sé qué… Aún tengo la cara llena de arañazos que me escuecen.

—Mamá: Florita es una niña loca; yo no quiero verla más.

—Sí, un poco loca me ha parecido; pero tú, ¡qué embustera te estás haciendo, hija mía!