CAPÍTULO 24
STILE ANTICO: IMMORTUOS PRIMORDIALIS
Árpad rio, aún nervioso, y dio vuelta a la primera página del manuscrito:
—Immortuos Primordialis —leyó—. ¡Padre Anastasio, esto es magnífico! ¿Quién lo escribió?
—No lo sé. Es solo una transcripción —respondió—. Si es exacta, somos muy afortunados.
—Así que… ¿el no-muerto original? —dije, ansiosa—. ¡Podría tratarse de Domán!
—¿Quién es Domán? —inquirió el padre.
—¡Es el nombre real del vampyr Halstead! —expliqué.
—Si este libro se escribió acerca de él, alguien más descubrió su secreto —dijo Árpad.
—Y, según las últimas páginas del libro, el autor llegó a ser viejo. Dice haberlo escrito a sus 86 años de edad —apuntó el padre—. Ve a la página señalada con el separador, Atlas.
—Árpad, padre —sonrío él, meneando la cabeza.
—Resígnate, hijo, y hazme caso. ¡Date prisa, son buenas nuevas!
Árpad le obedeció y abrió el manuscrito en la página señalada.
—Habiendo, pues, descubierto que tanto su longevidad como su gracia engañosa eran mantenidas por un conjuro —leyó—, el hermano Ambrosio y yo fuimos hasta Egipto en busca del cofre que contenía el corazón batiente, que fue el primero que ofrendó al demonio. Nunca habíamos estado en un lugar más nauseabundo que el interior de esa pirámide subterránea. Las larvas se aglutinaban sobre los muros como hiedra movediza. Nos guiaba, conforme nos acercábamos al pozo, el pronunciado hedor de la sangre rancia.
—Ve al último párrafo, hijo, no sea que perdamos el apetito —lo urgió el padre Anastasio—. ¡Allí está el secreto!
—… y así partimos de Guiza con el cofre para no volver jamás, sabiendo que la criatura intentaría recuperarlo. Por lo mismo, lo escondimos en la capilla de Santa Helena de Constantinopla en Roma, pues en ella son veneradas algunas reliquias de la Santa cruz que fueron transportadas desde Jerusalén.
—Un momento —interrumpí, sintiendo que la sangre acudía a mi rostro—. ¡Creí que la Santa cruz estaba oculta en Sainte-Marie!
—No toda la cruz Patriarcal, hija —explicó el padre Anastasio—. Santa Helena, madre del emperador Constantino, encontró restos del madero en el monte del Calvario durante una excavación realizada en el siglo IV y estos fueron distribuidos dentro de la Iglesia posteriormente. ¿No sabías que hay una basílica de la Santa cruz en Italia?
—No tenía la menor idea, padre —dije.
—Muy bien, ahora lo sabes. Es de suponer que los primeros cristianos deseaban conservar algún recuerdo palpable del Salvador y que, por este motivo, la Santa cruz fue fragmentada, así que no quedaba ya mucho de ella en Gólgota cuando Santa Helena llegó a Jerusalén.
»Según algunos cronistas, los fieles que podían hacerse con cualquier trozo de la Cruz, por pequeño que fuera, no dejaban pasar la oportunidad. El tesoro que tenemos oculto en Sainte-Marie fue labrado a partir de una fracción significativa de la cruz Patriarcal, pero varios santuarios exhiben reliquias, a cual más bella, de la crucifixión. Continúa, hijo.
Árpad asintió, prosiguiendo con la traducción:
—Cuando el maligno guio al no-muerto hasta Roma y este vio que no podía acercarse a la capilla donde el cofre yacía enterrado, ordenó a sus ayudantes, a quienes no hería la presencia de la vera cruz, introducirse en el lugar durante la noche y excavar pero, puesto que desconocían la ubicación exacta de la arqueta, su irrupción fue infructuosa.
»A la mañana siguiente, el guardián advirtió que el suelo había sido removido por intrusos. Fray Ambrosio y yo juzgamos prudente, entonces, trasladar al corazón a un lugar menos accesible con la esperanza de confundir al no-muerto. Por la misma razón, ya que la Orden del Císter se difunde y nuevos monasterios se erigen por doquier, pensamos que debíamos asignárselo a uno de nuestros hermanos peregrinos.
»Ya habíamos intentado por todos los medios vulnerar el corazón desde que lo sacamos del Pozo del Ojo en Guiza, pero este vuelve a latir, una y otra vez, incluso después de ser incinerado. Es cierto, y fray Ambrosio y yo damos testimonio de ello, que la profecía debe cumplirse enteramente para que el monstruo muera al fin: nada podemos hacer para impedir que siga robando los dones que Dios ha dado al hombre hasta que el tiempo llegue a su plenitud.
»Sin embargo, gracias a la revelación, hurtamos el corazón por medio del cual le fue conferida la indestructibilidad física, receptáculo de maldiciones que salvaguardaba en la pirámide custodiada por las huestes de Jabulón. Ahora que no está en su poder, confiamos en que el día señalado por Dios, aún desconocido por nosotros, la criatura maligna cesará de existir. Hemos cumplido con la primera parte de la profecía.
»Entregamos el cofre y el pergamino al hermano Gaudencio con una pequeña reliquia de la vera cruz para que el demonio encarnado no pueda aproximarse al corazón que contiene la sangre espiritual de todas sus víctimas. Fray Gaudencio partió hacia España donde lo escondió algunos meses y, cumplido su término, lo entregó al hermano Mateo quien, a su vez, lo llevó a Francia.
»Ignoro el nombre del hermano en cuyas manos fue depositado el cofre a continuación pues, anticipándonos al ingenio del enemigo, decidimos que quien se desprenda del corazón batiente debe hacerlo siempre reservándose la identidad del receptor, así como el lugar donde haya sido efectuada la entrega.
»Los hermanos del Císter guardarán el secreto hasta que el Altísimo toque el suelo con un halo de luz. Entonces habrá llegado la hora de esconder el corazón en las entrañas de la tierra y el monstruo ya no podrá hallarlo, pues la bendición celestial en la superficie impedirá que escuche sus latidos o perciba la negra luminiscencia que despide.
»Mi última voluntad es que este manuscrito sea preservado dentro de nuestra orden para que, si algún hermano se ve obligado a enfrentar al no-muerto primordial en los siglos venideros, sepa que el último solo puede ser destruido por la persona investida cuando sea el tiempo, y no antes. Buscad siempre, hijos míos, el amparo de la Santa Cruz.
Árpad y yo habíamos enmudecido: ambos comprendíamos que el cofre de nuestro enemigo estaba enterrado muy cerca de ahí, en Sainte-Marie-des-bois, el lugar que había sido tocado por la luz celestial. No deseaba, aún así, hacérselo saber al padre sin el consentimiento previo de Árpad, pues nos veríamos obligados a darle explicaciones interminables en ese momento.
—Gracias por compartir este texto con nosotros, padre Anastasio —expresé, con los ojos aguados—. Confirma que Domán no es, después de todo, indestructible.
—¿Qué les dije yo? Deben creerme siempre: jamás afirmo algo que no sepa.
—Padre Anastasio, este manuscrito me da esperanza —dijo Árpad, entusiasmado—. ¿Qué pergamino cree que le hayan entregado a fray Gaudencio con el cofre y la pequeña reliquia de la vera cruz?
—Solo puedo hacer conjeturas, hijo —respondió él, llenando nuestros platos de nuevo—. ¿Ustedes ya estaban al tanto de que hay una profecía relacionada con el primer vampyr? Supongo que el pergamino contiene los detalles que se perdieron con el paso del tiempo.
—Conocemos la profecía de la secta, padre —dijo Árpad—, pero estoy convencido de que es completamente falsa.
—Piensas bien —dijo el padre—. La profecía de la secta es una gran mentira. Además, no se puede alcanzar ningún bien por medio del mal, ni se puede deshacer un hechizo con brujería, y este monje iluminado habla de un feliz evento, que es la destrucción del vampyr. Estoy seguro de que alude a la verdadera profecía de la novia.
—¿Qué verdadera profecía de la novia? —balbuceó Árpad.
—¡Ajá! —exclamó el padre—. Ya decía yo que no podías ser tan sabihondo.
Sentí que mi pecho iba a estallar.
—Le ruego que nos cuente lo que sabe, padre Anastasio —musité.
—Lo haré a pesar de que ambos esconden grandes secretos —dijo, entrecerrando los ojos.
—No deseamos ocultarle nada, padre Anastasio —dijo Árpad—, se lo prometo. Es solo que es una historia tan larga que…
—Vamos, hijos míos, solo bromeo —replicó, sonriendo—. No tengo prisa. Ustedes, en cambio, sí que la tienen, así que escuchen con atención y no me interrumpan hasta que haya terminado:
»Mi predecesor, un hombre de gran sabiduría que agradecía cada madrugada no haber visto un vampyr cara a cara durante la noche, me refirió una historia que había circulado en los corredores del vecino monasterio de Saint-Bernard durante el brote de la peste negra de 1616, una leyenda, por decirlo así, que había un recuento escrito de la misma.
»Los monjes cistercienses, quienes habían dado muerte al primer vampyr converso de la población de Valais, sabían que la epidemia no era más que vampirismo, y que aquel leñador cuya cabeza habían tenido que seccionar no se había transformado en un hijo de las tinieblas por mérito propio, pues lo conocían y había sido un hombre piadoso en vida.
»El leñador había sido mordido por seres de naturaleza demoníaca quienes, por medio de los ataques continuos que culminaron con su muerte, causaron que se levantara de la tumba como un espectro sediento de sangre. A diferencia del leñador y las demás víctimas humanas reconocibles, los demonios encarnados que habían llegado a Valais para vengarse no perecían. Los monjes pronto comprendieron que debían ora ahuyentarlos con el poder de Dios, ora sellar sus tumbas con la insignia de la cruz Patriarcal si la ocasión excepcional se presentaba, pues no es cosa fácil descubrir los nichos de los vampyr cuando estos no han muerto en el lugar de los ataques.
»Pero aquellos no eran juicios que los frailes de Saint-Bernard hubiesen derivado solamente de la experiencia personal, sino que ya estaban enterados, tal vez en parte gracias al manuscrito que acabamos de leer, de que no podrían destruir a ciertos vampyr del modo convencional, esto es, enterrando estacas en sus corazones, removiendo sus cabezas o calcinando sus restos. Los monjes cistercienses del siglo XVII estaban familiarizados con el concepto de los vampyr inmortales y, según mi predecesor, esta idea provenía de una leyenda conocida como la profecía de la novia.
»Decían los frailes que, antes de que los vampyr proliferaran como una plaga diseñada por el diablo, existió un hombre tan lleno de odio que Lucifer lo ungió con su propio veneno, habiendo reconocido en él la misma soberbia que había causado su caída del paraíso.
»Su envidia era tan intensa que habría aceptado gustoso la desaparición de todo el universo creado con tal de que su prójimo perdiera las habilidades que le atraían el respeto y el agradecimiento de los hombres y, cuando se trataba de diseñar la venganza apetecida, que nunca era justa o satisfactoria, el tiempo no hacía más que alimentar su crueldad.
»Por su gran inteligencia para el mal, creía estar por encima del instinto humano, ante el cual cedía solo para obtener placeres sensoriales cuando la copa de su deliberada perversión no rebosaba en soledad. Sin embargo, estaba dominado por el deseo de hacerse superior a todas las criaturas y, como un cazador cuyo único solaz consiste en acechar con anticipado deleite a su presa atemorizada, desarrolló un sentido interno capaz de intuir las más íntimas flaquezas de sus enemigos, cuya caída planeaba con meticulosa precisión intelectual al tanto que la ira consumía su alma.
»El demonio, complacido con la corrupción del mortal que tan hábilmente lo imitaba al punto de haber logrado asemejársele en naturaleza, lo condujo al pozo que comunica la tierra con el infierno para separarlo como su elegido en el mal con la intención de que permaneciera en el mundo hasta la última batalla.
»Allí, flotando en las inmundas aguas del pecado, el varón escogido dejó que su sangre nutriera a los espíritus del pozo hasta que por sus venas vacías no corrió más que el veneno del odio: Lucifer lo transformó, como él lo deseaba, en una víbora humana sedienta de sangre, invulnerable e imperecedera a la vez. Este depredador se llamó vampyr y, al igual que su amo, habitó en la oscuridad.
»A tal punto se unificó con la serpiente del abismo que, llegada la hora de atacar, de entre sus dientes superiores brotan dos colmillos huecos y afilados como los de los ofidios, los cuales entierra en la víctima para introducirle el veneno del demonio y así marcarla para la perdición mientras se alimenta de ella.
»En las sombras, sus ojos detectan el calor emitido por la presa deseada, cuyo aroma percibe por medio de la lengua bífida. Posee, además, habilidades hipnóticas para atraer a sus víctimas con gran poder de tentación carnal, incitándolas a comer el fruto de las tinieblas por medio de la lujuria exacerbada por su falsa hermosura.
»Como la serpiente, el vampyr original muda de piel cíclicamente, renovando así su apariencia dos veces al año. Esto lo hace en el interior del pozo putrefacto tras un largo ayuno, ofrendando cada capa muerta a Lucifer, quien lo desuella una y otra vez en conmemoración del pacto indisoluble. Emerge, entonces, más bello y hambriento que antes, sus sentidos malignos alineados con los de su dueño.
»Su piel es fría al tacto cuando no acaba de beber sangre y solo puede alimentarse en las horas de la noche. No tiene reposo mientras el sol brilla en el firmamento a menos que se eche sobre tierra de cementerio, habiendo perdido eternamente la gracia de la resurrección que solo corresponde a las criaturas de Dios. A causa de su arrogancia tiene que arrastrarse en el polvo, como la serpiente del Edén que lo sedujo, desde el amanecer hasta el anochecer.
»Pero, a pesar del logro temporal de Satanás, Dios Nuestro Señor todo lo ve. Sabiendo que el vampyr causaría tantos sufrimientos a quienes desconocieran la protección de la Santa Cruz, tuvo misericordia de los hombres y quiso socorrerlos de nuevo.
»Reveló entonces Dios a Sus santos vivos que nacería una mujer quien, movida a compasión, estaría dispuesta a arriesgar la vida eterna en el Cielo para redimir a la primera víctima del vampyr. Por su clemencia, esta mujer demostraría ser el opuesto espiritual del monstruo y podría poner fin a la alianza maldita.
»La leyenda dice que la víctima inmolada fue un rey que murió sin conocer a Dios. Según mi predecesor, el sacrificio del rey era de suma importancia para ganar el favor de Lucifer y así lograr la transmutación inicial, pues manifestaba la rebelión del súbdito que, como el ángel caído, no acepta la autoridad. Sin embargo, la mujer amará tanto al rey que se enfrentará al demonio para salvar su alma, pero no podrá hacerlo sin convertirse ella misma en víctima del vampyr. Esta es la novia que no temerá desposarse con la muerte con tal de derrotar al enemigo.
»Si bien la idea de sellar la tumba de un vampyr grabando en ella la insignia de la cruz Patriarcal fue, sin duda, tomada del manuscrito que leímos hace unos instantes, pues en él queda claro que el cofre que contiene el corazón puede ser aislado del vampyr original gracias a una reliquia de la vera cruz, la profecía de la novia parece indicar que la mujer anunciada tiene, en sí misma, poder sobre el monstruo. Nadie sabe cuándo vendrá la novia, hijitos, pero solo ella podrá enviar al infierno al vampyr original.
—Padre Anastasio —murmuró Árpad—, esa hermosa criatura está ahora con nosotros.
—Sí, claro, hijito, probablemente nos cuida a todos desde arriba como un ángel que solo espera el permiso divino para encarnar. Si conociéramos su nombre, podríamos invocarla en nuestras plegarias con la debida propiedad y nos auxiliaría en la batalla contra los vampyr.
—Emilia —respondió él.
—¿Y cómo puedes adivinar cómo van a llamarla sus padres? Ni siquiera sabemos cuándo nacerá.
—No, padre Anastasio —dijo Árpad con una sonrisa—. Emilia es la novia de la buena profecía.
—Pero, hijito, eso es imposible —exclamó el padre, riendo—. Ay, qué cosas más graciosas dices. Si así fuera, el vampyr estaría huyendo de ella y no al revés.
—Se equivoca, padre. Además de cumplir la buena profecía, Emilia satisface los requisitos de la profecía de la secta. Por ello, el vampyr original y sus conversos la buscan para sacrificarla.
—Siento desilusionare, hijo, pero aún no he terminado mi historia y, cuando lo haga, sabrás que Emilia, aquí presente, no puede ser la novia esperada. Escucha, Árpad, sé que quieres a Emilia, y es más que comprensible: además de ser guapa, es una muchacha muy valiente. Por si fuera poco, tiene un gran corazón. ¡Recién la conozco y ya me he encariñado con ella!
»Sin embargo, la profecía dice que, tras ser atacada por el vampyr original, la novia se reunirá con el rey muerto. Entonces el cuerpo del rey será marcado, en medio del pecho, con el sello de la cruz Patriarcal sobre un ave gloriosa, como símbolo de su encuentro con Dios. Ahora, corrígeme si me equivoco. Emilia, pero me parece que el vampyr original ya probó tu sangre, ¿no es así? Soy demasiado listo como para no reconocer el ataque de los vurculac.
Miré a Árpad de soslayo y respondí:
—Es cierto, padre Anastasio, el vampiro bebió mi sangre en más de una ocasión.
—¡Y, aún así, estás viva! No es mi intención desmeritarte, hija, eres afable y bondadosa, pero si fueras la novia anunciada ya te habrías reunido con el rey muerto en el Cielo y, antes de ello, habrías visto si insigne cadáver. Además —agregó—, a menos que esté delirando, tú estás enamorada de Árpad, y por más que sea gallardo, no veo ninguna corona sobre su cabeza. Aún más importante, no está muerto.
—Así es, padre Anastasio —reí—. Árpad está vivo. También lo amo tanto que estaría dispuesta a morir por él, y no porque sea el rey de los antiguos magyar.
—Y yo estaría dispuesto a morir de nuevo con tal de que Emilia viva —dijo Árpad, poniéndose de pie—. Esto es, si Domán me hubiera matado de verdad.
El padre Anastasio nos miró como si fuéramos un par de lunáticos y balbuceó:
—¿De qué están hablando, hijos míos?
—Usted ya presentía que guardábamos un secreto, padre —dijo Árpad, avanzando hacia él. Acto seguido, se puso de rodillas y agregó—. Observe con sus propios ojos el sello de la profecía.
Dicho esto, desató los cordones de la apertura superior del hábito y le reveló el grabado de la Santa cruz sobre el túrul, que brilló como la plata a la luz de las velas.
El padre Anastasio palideció visiblemente y luego, con ojos lacrimosos, tartamudeó:
—Pero, hijito… quiero decir, su majestad: ¿no se supone que debería estar muerto? —y luego, mirándonos a uno y otro, agregó—: ¡El rey! ¡La novia! ¡Creía que solo podría reunirme con ustedes en el Cielo! ¿Son reales?
—Por supuesto que sí, padre —dije, riendo—. Por mi parte, como ve, no tengo nada especial y tampoco soy un ángel.
—Cállate, hijita —dijo, elevando la mirada y agitando los brazos—. ¡Gracias, Padre celestial!
—No sabe cuánto he deseado estar en su presencia, padre Anastasio —dijo Árpad, inclinando la cabeza con una sonrisa—. Pero, si no fuera por Emilia, jamás lo habría conocido, porque no tendría siquiera la posibilidad de ir al Cielo, así que me uno a su plegaria y doy gracias por esta feliz reunión. Padre Anastasio, no soy digno de comer en su mesa, como tampoco soy digno del amor de esta mujer.
—Cállate, hijito —reiteró el padre, sollozando y poniendo las manos sobre la cabeza de Árpad en un gesto de afecto y rendición—. Ya decía yo que te había visto en algún lugar. ¡He soñado contigo muchas veces! Y tú, hija —habló, dirigiéndose a mí—, quizá no seas un ángel, pero tienes una corona esperándote en el paraíso. ¡Ven acá! Deja que te bendiga.
Corrí a echarme a los pies del padre Anastasio junto a Árpad, quien se negaba a ponerse de pie, y, tras recibir su dulcísima bendición, permanecí allí largo rato, dejando que mi corazón se llenara del afecto de ambos hombres mientras Árpad le explicaba al padre todo lo que necesitaba saber. Así fue como los tres nos reunimos y nos amamos como una familia. El padre Anastasio decía que éramos los dos hijos que buscaba sin esperanzas en las páginas de los libros y, por nuestra parte, Árpad y yo sentimos que al fin habíamos encontrado nuestro verdadero hogar.