Conclusión
EMPIEZA MAÑANA TU TRABAJO DE ZAPA EN EL TRABAJO
Hemos oído la causa, hemos juzgado el asunto y hemos abierto audiencia. Nunca serás ese «hombre nuevo» que anhela la empresa: ese representante leal y fiel que se consagra sin descanso a la tarea común, ese objeto de poder, celoso servidor y digno heredero, sometido a las necesidades del grupo. La pretensión de la empresa de movilizar toda tu persona en su provecho conduce al resultado contrario: pone de manifiesto una opresión a la que no tienes más remedio que responder con una retirada subjetiva e inapelable, con un parasitismo discreto, pero sin concesiones.
Conviértete en un inútil, un elemento prescindible, un ser eternamente fuera de la norma e impermeable a las manipulaciones. Vuélvete el grano de arena que entra en la maquinaria, la anomalía que desafía a la homogeneidad. De este modo, escaparás a la implacable ley de la utilidad, al inevitable y cruel bien común, que nunca ha llevado a nadie a la felicidad.
DISIDENTES DE CUELLO BLANCO, ¡PERDED EL INTERÉS!
Los diez mandamientos impuestos al ejecutivo medio
Recapitulemos. Veamos qué es lo que espera la empresa del ejecutivo medio; son anhelos importantes y a menudo contradictorios. Para satisfacerlos, lo mejor es no pensar: difícil responsabilidad… No te sorprendas si ves que la empresa te tutea: no eres más que un número, un elemento minúsculo de la organización.
- El trabajo es un bien; el empleo, un privilegio. ¿Tienes curro? Aprovecha esta suerte, de la que mucha gente se ve privada.
- Entrega tu tiempo sin hacer cuentas. Es la condición para conseguir un trabajo estable y conservarlo.
- La empresa espera mucho de ti, pero no te debe nada a cambio. Es así, son «las duras leyes de la economía». No tienes opción, porque no hay futuro, convivencia, vida y desarrollo de la personalidad fuera del trabajo-empleo.
- Acepta las reglas del juego. En la empresa todo el mundo es igual, y por ello solo triunfan los mejores. Quienes han instituido las reglas existentes son quienes ocupan los niveles más altos, los más competentes. En cuanto a ti, si no triunfas, no es porque la partida sea desigual sino porque no te lo mereces. Así que, en caso de fracaso, cúlpate solo a ti mismo.
- Sé dócil y flexible. El consenso es primordial; más vale equivocarse en grupo que tener razón solo. Lo que cuenta es el avanzar todos juntos, sin que importen la dirección o los medios empleados. Quien se atreva a expresar una opinión discordante se verá acusado en nombre del interés general.
- No creas demasiado en lo que haces: sería inútil y hasta contraproducente. Las personas que se toman en serio las tareas que se les confían son individuos molestos, incluso fanáticos, que ponen en peligro el sistema.
- Acepta sin rechistar el universo de la empresa. Los ejecutivos con los que tratas en tu trabajo son mayoritariamente blancos, franceses de pura cepa, retoños de las clases medias, heterosexuales y, en las altas esferas, varones. No te extrañe: los extranjeros tienen menos títulos que los franceses, los gays tienen más problemas de integración que los demás, las mujeres tienen menos tiempo que los hombres para dedicarlo a su trabajo, etc. Repítelo conmigo.
- Practica hasta repetir con convicción: es imprescindible que se constituyan empresas globalizadas, las empresas necesitan flexibilidad, el paro de los trabajadores no cualificados es duradero, el sistema de las jubilaciones es una carga demasiado pesada para la sociedad. Cuando hayas terminado empieza de nuevo, hasta que estés convencido de lo que recitas.
- Asume el credo del ejecutivo: el futuro es de las empresas adaptables, que trabajan vinculadas a una red con una multitud de eslabones, provistas de una organización de trabajo en equipo o por proyectos, orientada a la satisfacción del cliente. En un entorno hecho de «incertidumbres» y «complejidades», es la única forma de avanzar. Si no lo crees, no hace falta que vengas a trabajar mañana.
- Emplea con parsimonia las siguientes palabras: estructuras, funciones, carrera, gestión, planos, objetivos, jerarquía, estatuto. Ya no están de moda. Evidentemente, si trabajas en una gran empresa, todas estas cosas siguen existiendo, y además se mezclan con el mandamiento anterior, lo cual complica más aún las cosas. Pero, amigo, ¿eres tú el que tiene que esforzarse para que las cosas encajen, crees que te pagan por eso?
Para romper las tablas de estos diez mandamientos de la empresa, propongo un esquema de pensamiento alternativo. Y voy a hablarle de usted, porque no es solo un lector, es una persona a la que respeto.
LOS DIEZ CONTRACONSEJOS QUE PROPONGO
- El asalariado es la figura moderna de la esclavitud. Recuerda que la empresa no es el lugar donde desarrollar tu potencial, porque ya lo habrías hecho. Trabajas por lo que cobras a fin de mes, «y punto», como se suele decir en las empresas.
- No vale la pena querer cambiar el sistema, oponerse a él es reforzarlo; criticarlo es darle una mayor solidez. Evidentemente, puedes permitirte alguna broma anarquista, por ejemplo, instituir un día de: «Llamaré a la oficina para decirles que estoy enfermo», o adoptar el siguiente lema: «Roba a la empresa porque la empresa te roba». Resulta divertido, pero la rebelión estaba bien para los críticos de los años setenta, gente que todos sabemos en qué se han convertido (en empresarios).
- Lo que haces no sirve en resumidas cuentas para nada, cualquier día pueden sustituirte por el primer idiota que llegue. Así pues, trabaja lo menos posible y dedica algún tiempo (pero no demasiado) a «venderte» y a «crearte una red de contactos», con el fin de tener apoyos y ser intocable (e intocado) en caso de reestructuración de la empresa.
- No te juzgarán por la forma en que hagas tu trabajo, sino por tu capacidad para adaptarte sin protestar al modelo promocionado. Cuanto más uses la jerga empresarial, más pronto creerán que estás en el ajo.
- Nunca, bajo ningún concepto, aceptes un cargo de responsabilidad. Te verías obligado a trabajar más, sin más contrapartida que un plus de algunos miles de euros (es decir, calderilla), y eso con suerte.
- En las empresas más grandes, elige los puestos más inútiles: asesoría, consultoría técnica, investigación, estudio. Cuanto más inútiles sean, más difícil será cuantificar tu «contribución a la creación de riqueza de la empresa». Huye de los puestos prácticos («sobre el terreno») como de la peste. Lo ideal es terminar «apartado»: los puestos improductivos y muchas veces «transversales» no tienen consecuencias, pero tampoco sufren ningún tipo de presión por parte de la jerarquía. En resumen son un chollo.
- Una vez «apartado», sobre todo huye de los cambios: en el nivel de los ejecutivos, solo se despide a los más expuestos a la vista.
- Aprende a reconocer por señales discretas (detalles de vestimenta, bromas inusuales, sonrisas cálidas) a las personas que, igual que tú, recelan del sistema y han comprendido hasta qué punto es absurdo.
- Cuando «controles» a personas que se encuentran en situación temporal en la empresa (contratados eventuales, interinos, prestatarios de servicios externos…) trátalas con cordialidad, sin olvidar nunca que son las únicas que trabajan realmente.
- Comprende que toda esta absurda ideología que transmite y fomenta la empresa no es más «verdadera» de lo que fue el materialismo dialéctico (también conocido como «diamat») que el sistema comunista erigió en norma. Durará un tiempo y terminará por desmoronarse. Ya lo dijo Stalin: al final, la que gana es siempre la muerte. El problema es saber cuándo…