TE casaste el 29 de mayo de 1905
y tus hijos caímos en tu regazo cantando.
Fuimos seis,
somos seis
porque ninguno ha muerto
más que temporalmente, como el que jugando se esconde.
Cuando regresábamos en Navidad de vacaciones
(como ahora, soñando que regreso)
reíamos los seis. Te besábamos.
Trepábamos, como hacen las venas,
hacia tu corazón. Te besábamos,
como ahora te beso,
respirando lo alado de tus palabras,
y apareciendo, como el que jugando se esconde,
desde una realidad hacia otra.