POR los campos de Dios, la lejanía.
Contra el rostro, el andar, el viento fino
que enrojece las flores del espino,
locas de primavera todavía.
Loco también mi corazón un día,
tuvo este mismo origen repentino
de la hoja verde que a la rama vino,
y a través de la savia siempre es mía.
Es nuestro por sorpresa y ¡cuántas veces
florecerás de nuevo, espino rojo,
por los campos de Dios, en primavera!
Siempre arraigado y en silencio creces
sobre la rama donde en flor te cojo,
hoy como ayer, hacia la vez primera.