[El mendigo]
HUYENDO de la tierra desnuda y trabajosa,
con mi silencio imploro, con mi estupor mendigo
y cavo cada noche nuevamente mi fosa
en el pajar humilde que me sirve de abrigo.
Me dan sustento alegre, si lo es alguna cosa,
arriba el fresco cielo y abajo el verde trigo;
y estúpido de vino, su fuerza ilusa posa
delante de mis ojos un tiempo sin castigo.
La anchura de los páramos es mi errante trabajo.
Con puro azul el agua de los arroyos bebo.
Conmigo siempre a solas hoy como ayer viajo.
Mi rumbo de repente trazo en el día nuevo.
Ni indago ni pregunto quién hasta aquí me trajo,
ni quién ha de llevarme con el dolor que llevo.