YA estás muerto también, también lejano,
ausente en la ribera de mi pecho;
ya estás en la otra orilla; ya estás hecho
calor de Dios, oveja hacia Su mano.
Yo en mi penumbra estoy de frío humano,
viajero insomne, que en extraño lecho,
descanso busca bajo el tibio techo
de la memoria, hablando al mar cercano.
Y se llena de sal, de lejanía,
todo mi corazón de cara al viento,
en tu Avilés natal, junto a tu olvido;
y estás como posible todavía
dentro del estupor del pensamiento,
libre en mi voluntad, pero dormido.