GOLPEA en el jardín la rota fuente;
trepa la hiedra hacia la luz; los muros
se alucinan, se tornan más oscuros,
más altos de verdor contra el Poniente.
El silencio es mayor: sin ver, se siente
la sombra en la pared: los ojos puros,
los pasos desprendidos, inseguros,
de mi padre al andar, como un relente.
Con hermosa quietud, entre sus ruinas
transcurre entero el día, y la penumbra,
la historia de las cosas, se deshace
en ondas dulcemente vespertinas,
mientras la casa dentro en paz se alumbra
y el reloj nos silencia y nos desnace.