TRAS LA JORNADA ILUSA

TRAS la jornada ilusa sólo la sed me queda

como un fantasma torpe del corazón lejano,

y el recuerdo, que beso si me da su moneda

de limosna y me llama por caridad hermano.

Porque el amor del hombre de mano en mano rueda

hasta que Dios de nuevo lo refresque en su mano,

y otra vez la inocencia virginal le conceda,

y eternamente cure lo que tuvo de humano.

Así hacia Dios arrastra la viviente esperanza,

la belleza imposible, la voluntad remota,

el hombre que ya ha muerto, y sin embargo avanza,

y a cada paso gime desde su vida rota,

mientras a sus espaldas se hunde la lontananza

y lo que de hombre tuvo, leve fantasma, flota.