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Ya había anochecido cuando Fabel se acercó andando lentamente hasta el montículo de césped del parque Marienfeld donde ardía una hoguera, resplandeciente bajo el cielo nocturno.

—No pensábamos verte aquí —dijo Scholz, mientras le ofrecía una botella de Kölsch.

—No hacía ningún bien en el hospital. He organizado el traslado de Maria a Hamburgo. Una vez concluido el caso, por supuesto.

—No creo que importe mucho dónde está su cuerpo; la verdad es que ella ya no está dentro. Lo siento, Jan. De veras lo lamento.

—Gracias, Benni.

Tansu Bakrac se les acercó. Fabel advirtió que Scholz se alejaba discretamente para dejarlos hablar.

—¿Estás bien? —le preguntó. Le puso una mano en el hombro.

—No, no muy bien. Me marcho a Hamburgo. Volveré dentro de una semana o dos para acabar de atar los cabos sueltos con Benni. Oye, Tansu, en cuanto a lo que ocurrió…

Ella le sonrió y le hizo un gesto con la cabeza hacia la hoguera.

—Esto es el Nubbelverbrennung. Todos los pecados y tonterías de los días de locura se queman en él. Aquí, esta noche. Que te vaya muy bien, Jan.

—También a ti, Tansu.

Le dio un beso y luego la observó regresar hacia su grupo de amigos, con la hoguera de fondo dibujando su silueta.