Tansu golpeaba a su asaltante con los puños y los pies, pero sabía que empezaban a faltarle las fuerzas. Puso todos sus esfuerzos en concentrar toda su mente, toda su fuerza, en una acción efectiva. Clavó los dedos bien rectos de la mano que tenía libre en el ojo del Payaso. Él apretó el ojo y aflojó la presión alrededor del cuello de Tansu; ella, entonces, le dio una fuerte patada en el estómago. El Payaso se tambaleó hacia atrás y Tansu trató de darle una patada en la entrepierna, pero falló y le dio en el muslo. Se arrancó la soga del cuello: una corbata de hombre, justo lo que esperaba. Se lanzó al suelo del pasillo y alargó la mano hacia donde había caído la pistola. De pronto sintió como si el edificio entero le hubiera caído encima y se dio cuenta de que el Payaso le había saltado sobre la espalda, derribándola por segunda vez. Le dio la vuelta y le rodeó el cuello con las manos, pero esta vez no hizo más fuerza, sino que cedió ante la presión del cañón de la pistola de Tansu, que ahora sentía contra la carne de debajo de la mandíbula.
—Sólo quiero que me des una puta excusa —le gritó Tansu con los dientes apretados—. Por haberles hecho eso a esas mujeres. ¿Dónde está Andrea?
De pronto se oyó ruido de botas que subían las escaleras a la carrera y la puerta del apartamento se abrió de golpe. Agentes uniformados ocuparon el estrecho pasillo y agarraron al Payaso, lo echaron al suelo y le pusieron las esposas detrás de la espalda.
Tansu se levantó y se serenó.
—Te he preguntado dónde está Andrea.
—Ésta es Andrea…
Tansu se volvió y vio a Fabel y a Scholz en el pasillo. Miró al Payaso tumbado en el suelo, su físico masculino, su potente mandíbula.
—No. No puedo creerlo…
—Es cierto —dijo Scholz—. Por eso no encontramos semen en ningún escenario de crimen.
—¿Mató ella a todas esas mujeres?
—A todas. Pero a la primera que mató fue a ella misma, a Vera Reinartz.
Se apartaron para que los agentes uniformados levantaran a Andrea. Ella los miró con los ojos vacíos, con su sonrisa pintada como única expresión. Los agentes se la llevaron.
—Era ésta la conexión entre la violación y los asesinatos. Como le he dicho a Benni: causa y efecto. Lüdeke violó a Andrea y la sometió a su perversión, mordiéndola repetidamente. Ella se odió a sí misma, o mejor dicho, a ella como Vera, y entonces imitó la agresión de Lüdeke. Pero ella la llevó más lejos: sacaba carne de sus víctimas y se la comía. Un pequeño añadido que aportó después de su encuentro con Ansgar Hoeffer.
—Ha sido Jan quien lo ha deducido —dijo Scholz—. Vinimos corriendo a rescatarte, pero, por lo que he oído, no necesitabas ser rescatada.
—Por los pelos —dijo Tansu, frotándose el cuello.
—¿Necesitas ver a un médico? —le preguntó Fabel.
—No… necesito ver a un barman. Pero supongo que antes habrá que hacer un poco de papeleo.