El último cubo contenía agua helada. El shock después del agua caliente había dejado a Maria sin aliento y, durante varios segundos, sin consciencia. Cuando reaccionó, el corazón le latía con mucha fuerza y sentía un dolor intenso en el brazo izquierdo y en el pecho. Sabía que había gente que había muerto de ataques cardíacos en piscinas de agua fría después de haber estado demasiado tiempo en la sauna. Lo que experimentaba ahora era lo mismo pero multiplicado por cien. El dolor remitió, pero sabía que su corazón no resistiría muchos más contrastes de temperatura. También era consciente de haber perdido más calor corporal. Empezaban a nublársele los pensamientos.
Vitrenko se puso de pie frente a ella. Maria levantó la vista hacia él y, por un segundo, vio su antigua cara y su pelo rubio. Luego la ilusión se desvaneció; el pelo se le oscureció, la cara se le deformó alrededor de los mismos ojos. El hombre se agachó y le agarró un puñado del pelo corto, teñido de negro, le empujó la cabeza hacia atrás y la obligó a mirarlo.
—¿Cómo te sentías siendo otra, Maria? —Los ojos esmeralda de Vitrenko brillaban con una intensa frialdad en su nuevo rostro—. Resulta liberador, ¿no? Durante un tiempo te conviertes realmente en la persona que finges ser. Pensabas que habías conocido a Taras Buslenko. Ah, sí, existe, o al menos existió. Igual que tú, Buslenko se lo tomó todo demasiado en serio. Esto es sólo un negocio; pero Buslenko era un bobo joven y ansioso. Un patriota lleno de ideales románticos sobre la Ucrania que podría ser. Y, exactamente igual que tú, convirtió en un asunto personal su misión de encontrarme y matarme. Así que, todo lo que yo te dije… era en realidad él. Volvió a vivir a través de mí. De alguna manera sí que llegaste a conocer al auténtico Buslenko. ¿Qué te ha parecido conocer a un hombre muerto? —Le soltó el pelo y la cabeza de Maria cayó hacia delante—. Tú también querías matarme, ¿no, Maria? Lo deseabas tanto que estabas dispuesta a sacrificar tu vida para acabar con la mía. Pero la auténtica Maria Klee no estaba a la altura de las circunstancias, ¿no es así? Antes tenías que convertirte en otra persona. Y el motivo por el cual tenías que hacerlo es que estabas demasiado destrozada y aterrorizada. Pero ahora te diré una cosa… la antigua Maria tenía razón. Deberías haber seguido asustada.
—Necesito dormir… —fue lo único que Maria fue capaz de decir.
—De acuerdo —dijo Vitrenko. Sonrió y de pronto su voz se volvió cálida y amable. Se convirtió en Buslenko otra vez—. Te dejaré dormir, Maria. Con mantas, para que estés calentita. Fuera de la nevera, abrigada. Te daré una bebida caliente antes de que te duermas. Los códigos de acceso… lo único que me tienes que dar son los códigos de acceso, o decirme dónde están. Entonces, te dejaré salir de aquí para que duermas.
Maria se dio cuenta de que había dejado de temblar. Empezaba a sentir un poco más de calor, incluso más sueño. Sus párpados de plomo sucumbieron lentamente a la gravedad. Iba a engañar a Vitrenko. Los ojos se le abrieron de golpe cuando él le dio otra bofetada en la cara.
—Maria… no te duermas. Si te quedas aquí dormida, te morirás. Ahí fuera puedes dormir y vivir. Dame los códigos de acceso.
—He olvidado…
Los ojos de Maria empezaban a cerrarse de nuevo. Vitrenko se puso a gritar y Maria pensó vagamente que era así como debían de sonar los insultos en ucraniano. Sintió que la bota de Vitrenko volvía a estrellarse contra sus costillas, pero estaba demasiado dormida y demasiado lejos de su propia carne como para sentir cualquier dolor.
Maria cerró los ojos y se durmió.