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Olga Sarapenko habló por el móvil con Buslenko mientras Maria mantenía la mirada fija en la pantalla del monitor, concentrada en la imagen borrosa y veteada de la puerta principal de la mansión de Molokov, esperando a que Vitrenko volviera a salir.

—Taras dice que debemos esperar —dijo Olga después de colgar—. Se acercará a Lindenthal. Le llevará al menos veinte minutos llegar a la ubicación exacta. Si Vitrenko no sale antes de que él llegue, Taras localizará el Lexus y lo seguirá.

—¿Solo? Buslenko correrá el mismo riesgo que corrí yo.

—Taras ya sabe lo que hace. —Olga hizo un gesto de disculpa—. Perdona, ya sabes lo que quiero decir. Es un especialista en esto.

—También lo son los tipos a los que persigue —espetó Maria, sin desviar su atención de la pantalla.

Olga acercó una silla a la de Maria y las dos se quedaron contemplando la falta de actividad. Dos guardas: uno en la puerta, el otro rondando la casa. Pareció que transcurría un año hasta que sonó el móvil de Olga. La conversación fue breve.

—Ya está en posición. Tenemos que informarlo de hacia dónde gira el Lexus cuando salga de las puertas.