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El público se enfervorizó. Andrea se colocó delante de ellos, con el cuerpo oscuro y brillante de falso bronceado y aceite corporal, con el odio y la rabia ocultos tras su falsa sonrisa, que resplandecía por toda la extensión del auditorio. La música elegida por Andrea retumbaba con fuerza y dureza y ella pensaba todo el rato en la puta estúpida y blanda que había sido. La de ahora, para que todo el mundo la viera, era la nueva Andrea Sandow; Andrea la Amazona. Cada nueva postura levantaba un rugido de admiración del público. Improvisó una postura opcional final al acabar su ejercicio: victoria general. Sus bíceps, mayores que los de cualquiera de sus competidoras, se hincharon con una topografía ondulante de venas y tendones. El público aplaudió y muchos se levantaron a aclamarla. Bajó hasta la postura de frontal relajado y le dedicó una profunda reverencia a los espectadores. Se volvió de lado de un salto y se retiró rápidamente al lado del escenario donde la esperaban las demás participantes. Maxine le dedicó una amplia sonrisa y un gesto respetuoso de la cabeza mientras la aplaudía, y con esto Andrea se supo vencedora. Todo el dolor, toda la angustia y los sacrificios la habían llevado hasta allí. Lo que nadie en el auditorio sabía era que no sólo había derrotado a sus competidoras.

Maxine le dio un abrazo sincero y cálido tan pronto como los jueces anunciaron su decisión. Andrea tuvo ganas de llorar pero, por supuesto, no le salieron las lágrimas. Las otras concursantes la felicitaron, pero ella se dio cuenta de que sólo Maxine se alegraba sinceramente por ella. Andrea se sintió mal, consciente de que si las cosas hubieran sido al contrario, ella no habría sido tan generosa.

—Esta noche nos emborrachamos —dijo Maxine en inglés—. La competición ha terminado… ¿qué tal una semana de indulgencia antes de volver a la trituradora?

—Al champán invito yo —dijo Andrea mientras entraban en el vestuario. Allí las esperaban tres personas, a una de las cuales reconoció como Herr Waldheim, miembro del comité organizador de la competición.

—Éstos son Herr Doktor Gabriel y su enfermera, Frau Bosbach —dijo Waldheim, presentando a las personas que tenía al lado—. Están aquí de parte de la asociación de culturismo para hacerle un análisis de sangre aleatorio, si no tiene usted inconveniente.

—Por supuesto que no —respondió Andrea, que sentía que le dolían las mandíbulas por el esfuerzo de mantener la sonrisa puesta tanto rato.