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Buslenko calculó que en la última hora habían recorrido cinco kilómetros. No estaba mal, teniendo en cuenta la oscuridad y la dificultad del terreno. No hubo trampas ni emboscadas, y Buslenko empezaba a creer que en el bosque ya no los esperaba ningún enemigo. La mujer, Olga Sarapenko, se había portado especialmente bien, teniendo en cuenta que no había recibido el mismo entrenamiento riguroso que el resto de ellos.

—Decansen —les ordenó.

—Te lo digo… —Belotserkovsky se dejó caer junto a Buslenko y apoyó la espalda contra la pendiente helada que formaba la orilla del río—. No hay una fuerza de ataque. Tiene que haber sido uno de los nuestros.

—¿Dónde vas? —le gritó Buslenko a Stoyan, que había empezado a remontar la orilla, agachado.

—Voy a echar un vistazo por los alrededores, jefe. Tendré cuidado. Aprovecharé para orinar.

Buslenko asintió y volvió a dirigirse a Belotserkovsky.

—No puede haber sido uno de los nuestros. Lo he estado pensando. Nosotros cuatro no hemos tenido la oportunidad. La capitana Sarapenko estuvo fuera menos de diez minutos; sólo llegar hasta Vorobyeva ya le habría llevado este tiempo. Tú, Stoyan y yo… los tres estábamos dentro.

—No sabemos seguro cuándo mataron a Vorobyeva —dijo Belotserkovsky. Un búho ululó en el bosque y de pronto voló por encima de sus cabezas, batiendo las alas al aire. Los dos apuntaron con sus armas al animal. Al cabo de unos segundos se relajaron.

—Nos estamos poniendo nerviosos —dijo Buslenko—. Y sí, tengo una idea aproximada de cuándo asesinaron a Vorobyeva. Su cuerpo estaba todavía caliente. Con estas temperaturas, eso significa que murió más o menos a la hora que se suponía que debía volver para ser reemplazado. No lo mató ningún fantasma, de modo que será mejor que nos mantengamos alerta.

Sobre la orilla, Stoyan siguió avanzando agachado, vigilando la orilla del río. A lo lejos podía ver las luces de Korostyshev. Les llevaría menos de una hora llegar hasta allí, pero estaba clareando y sería la parte más complicada del recorrido. Volvió la vista atrás para otear el principio del bosque. Las tres primeras filas de troncos eran visibles, pero luego quedaba todo a oscuras. En el bosque la noche duraría todavía unas horas. Decidió recomendarle a Buslenko que abandonaran la orilla y usaran los árboles para ocultarse: resultaría más lento pero más seguro. Gesticuló orilla abajo, hacia Buslenko, se señaló los ojos con dos dedos de una mano y luego indicó sus alrededores con un vuelo de la mano. Buslenko asintió con la cabeza, indicando que aprobaba que Stoyan hiciera un reconocimiento de los alrededores inmediatos.

Stoyan cruzó la estrecha franja de terreno abierto entre la orilla y el bosque. Apoyó la espalda en la corteza de un árbol, sacó un pequeño visor nocturno monocular y escrutó hasta donde pudo el interior del bosque. No podía ver nada. Literalmente. Ni siquiera el visor nocturno era capaz de penetrar la oscuridad del interior del bosque.

—¡Stoyan! —Se volvió y apuntó en la dirección desde la cual había oído gritar su nombre en un fuerte susurro—. ¡Stoyan! ¡Aquí!

Stoyan no respondió. Trató de localizar la voz lo bastante cerca para poder alcanzar con el rifle de asalto a quien fuera que estuviera allí.

—¡Stoyan! ¡Soy Tenishchev!

Stoyan se acercó más, siempre agachado para ser el menor objetivo posible, y manteniendo la Vepr apuntando al origen de la voz.

—Aquí —dijo la voz. Tenishchev apareció por encima de unos arbustos del bosque. Parecía sucio y andrajoso y no llevaba arma. La mancha oscura que tenía a un lado de la cara parecía de sangre—. Acércate… pero mantente agachado. Serduchka anda por aquí cerca. Os ha estado siguiendo. Es un traidor. Mató a Vorobyeva y ha intentado matarme también a mí.

Stoyan cruzó corriendo hasta el arbusto y ambos se ocultaron tras la maleza. Tenishchev parecía asustado. Llevaba la parka rota y cuando Stoyan la tocó, sintió que estaba mojada. Stoyan se miró las puntas de los dedos y vio que los tenía llenos de sangre.

—¿Estás bien? —preguntó Stoyan. Tenishchev asintió, pero Stoyan bajó el rifle y le levantó la parka por donde estaba empapada de sangre.

—¿Dices que Serduchka mató a Vorobyeva?

Tenishchev volvió a asentir. Stoyan estaba preocupado, había mucha sangre pero no encontraba la herida que provocaba la hemorragia.

—¿Serduchka es un hombre de Vitrenko?

—Sí… —dijo Tenishchev—. Cuesta de creer, ¿no? ¿Y sabes lo que todavía cuesta más de creer…?

Stoyan miró alarmado a los ojos de Tenishchev. Se dio cuenta de que no podía respirar. Bajó la vista y vio que Tenishchev le había hundido totalmente el cuchillo de caza debajo del esternón.

—… que yo también lo soy —dijo Tenishchev a los ojos ya muertos de Stoyan.