El BMW frenó al doblar la curva y encontrarse el Saxo de Maria de cara cerrándole el paso, pero las ruedas derraparon sobre la superficie mojada y el conductor corrigió su trayectoria acelerando para evitar el Saxo. Cuando pasó frente a Maria, que estaba en su rincón junto a la carretera, ella apuntaba con su arma automática ilegal al lateral del coche en marcha. Le disparó seis balas en una sucesión rápida e hizo estallar las ventanas laterales. El BMW se balanceó de un lado a otro, corrigió la trayectoria y luego se alejó acelerando. Maria le disparó tres ráfagas más mientras el coche desaparecía a lo lejos.
Maria observó un momento el BMW, luego se sacó un segundo cargador del bolsillo, lo metió en la culata, volvió a colocar el depósito para colocar otra carga de munición y se levantó, con los brazos juntos delante de ella, esperando a que volviera el BMW. Pero no lo hizo. El corazón le latía con fuerza. La lluvia le pegaba el pelo a la cabeza con el tinte recién estrenado y sentía que el frío le calaba hasta los huesos.
Sintió que gozaba más de lo que lo había hecho en muchos meses.
El bastardo la había visto como una víctima fácil, y ella se había visto a sí misma como una víctima fácil. Pero ahora la presa se había convertido en cazador. Nueve balas en la carrocería del coche: debió de darle en algún lugar. Retrocedió corriendo, volvió a colocar el Saxo en la carretera y se dispuso a perseguir al BMW de nuevo.