Fabel tardó casi cuatro horas en hacer el viaje entre Hamburgo y Norddeich, un poco más de lo habitual. No era un trayecto que le gustara demasiado hacer en invierno, a menos que fuera en tren, pero con el reciente ataque al corazón y la edad avanzada de su madre se sentía obligado a ir allí cada vez más a menudo y la idea de pasar seis horas de soledad en el coche de ida y vuelta le apetecía. Suponía tiempo para pensar. Sin embargo, a medida que el cielo fue ensombreciéndose, sus ganas empezaron a disiparse. Frisia es llano, no tiene colinas y queda a la merced del temperamento del mar del Norte. A medida que Fabel cruzaba el paisaje en el que se había criado, un viento del oeste al que no detenía nada ni remotamente parecido a una colina empujaba sobre la dirección del coche y las ráfagas de lluvia contra el parabrisas se iban convirtiendo en aguanieve.
Fabel conducía sin la radio ni el CD encendidos, con el ceño fruncido para ver mejor a través de la lluvia y la pista gris que era ahora la A28. Necesitaba aquel tiempo para pensar. Había decidido pasar el viaje imaginando dos futuros: el que Bartz le había ofrecido, en el que los gustos caros de Fabel tenían más opciones de cumplirse y en el que estaría liberado de aquel mundo de horror y violencia; y en la otra oferta, la de Van Heiden y el BKA, que le resultaba mucho más atractiva de lo que le gustaba admitir. Era halagador, por mucho que lo negara, que lo consideraran la persona más experta de su ámbito profesional. Fabel se esforzó por visualizar los dos futuros de manera objetiva. Al hacerlo, hizo un esfuerzo por no pensar en otra cosa: el asunto Colonia. Era una distracción que ahora no le convenía pero que no dejaba de asomar por su cabeza.
Fabel se asustó cuando se dio cuenta de que no tenía consciencia de la última media hora de conducción, como si hubiera tenido algún tipo de piloto automático mientras su mente divagaba sobre su futuro, su relación con Susanne o un asesino sin rostro de una ciudad que apenas conocía. De pronto advirtió que Norden había adoptado una forma monocroma a su alrededor. Siguió conduciendo por Norddeicher Strasse hacia el mar del Norte, hacia la casa de su madre.