Fabel esperaba a que le escoltaran hasta el despacho del Kriminaldirektor Van Heiden mientras pensaba en que pronto se convertiría en otra persona. Y en que todos, excepto Susanne, parecían hacer todo lo posible para convencerle de lo contrario. Pensó que tal vez Van Heiden estaba a punto de hacer otro intento.
El motivo principal que tenía Fabel para renunciar a su cargo en la Polizei de Hamburgo era huir de la muerte. Toda su carrera como policía se había basado en la violenta irrupción de la misma en su vida. De joven, Fabel no se había planteado nunca ser policía; con la absoluta certeza de la juventud, Fabel había planificado toda su trayectoria como historiador. Pero entonces la muerte, bajo su forma más repentina y violenta, se abrió paso, espontáneamente, metiéndose de lleno en su camino. Todo ocurrió cuando Fabel era todavía estudiante en la Universität Hamburg. Llevaba unas pocas semanas saliendo con Hanna Dorn, la hija de su profesor de historia, cuando la muchacha fue elegida al azar por un psicópata como su siguiente víctima. Sabía que Hanna Dorn, por derecho propio, no habría dejado una huella demasiado grande en su vida; de no ser por el trauma de su muerte, haría mucho tiempo que su recuerdo se habría desvanecido de su consciencia. Sin duda habrían tenido una relación de una temporada: habrían compartido fiestas, habrían salido a comer cuando se lo hubieran podido permitir, se habrían reunido con amigos, pero cada vez que Fabel la recordaba sabía que no habrían estado juntos y que Hanna Dorn se habría alejado hasta una distancia considerable en sus recuerdos, y sería un nombre que deberían apuntarle para recordarlo. No fue la presencia de Hanna lo que marcó a Fabel para siempre, sino su repentina ausencia.
Fabel pasó de intentar entender la muerte de Hanna a intentar entender la muerte de desconocidos. Llegó a saber muchos nombres, muchas caras de muertos. Como jefe de la Mordkommission de la Polizei de Hamburgo, Jan Fabel había dedicado su carrera a conocer a gente que ya no era capaz de conocerle a él. Se había convertido en un maestro en el arte de reconstruir vidas y personalidades que se habían perdido para el resto de la gente; en el arte de desandar los pasos de las víctimas de asesinatos y de comprender las mentes de quienes habían cometido el crimen.
Lo que había preservado la cordura de Fabel había sido el hecho de que, a lo largo de su carrera, siempre se había preocupado de mantener la muerte a cierta distancia. Nunca se había mostrado totalmente distanciado —su empatía por las víctimas era lo que le otorgaba ese ojo crítico—, pero desde el asesinato de Hanna siempre había intentado evitar que la muerte se le acercara demasiado. Pero los últimos tres casos lo habían cambiado todo: había muerto un agente, otro había quedado gravemente herido y con secuelas mentales, y en dos ocasiones más había visto a su equipo en situaciones de grave peligro.
Era el momento de irse. Un encuentro casual con un antiguo compañero de colegio terminó en una propuesta de trabajo; más que un empleo era un pasaporte hacia la vida normal, fuera lo que fuese eso: una puerta abierta a convertirse en otra persona. Para Fabel había sido una decisión monumental, y ahora todos trataban de sacársela de la cabeza. Excepto Susanne. Ella lo veía como algo más que un cambio en la vida profesional de Fabel: era la oportunidad de cambiar la base de su relación.
Con grandes reticencias, los superiores de Fabel accedieron a que dejara la Mordkommission de la Polizei de Hamburgo cuando acabara el caso de «el Peluquero de Hamburgo». Había sido ese asunto, añadido a otras tres investigaciones de asesinos en serie emprendidas por él, lo que llevó a Fabel a la decisión definitiva de dejarlo. Decidió que había un límite en el horror y el miedo que uno es capaz de experimentar, un límite a la capacidad de presenciar cómo mentes abyectas, corruptas y enfermas se abren ante uno, antes de empezar a volverte poco a poco como aquello que has estado persiguiendo.
El Kriminaldirektor Horst van Heiden era el jefe de Fabel al frente de la Policía Criminal de Hamburgo, la división de detectives de la Polizei de Hamburgo. Fabel estaba sorprendido por la insistencia de Van Heiden para que no dimitiera, pues ambos eran, en muchos aspectos, caracteres opuestos. Van Heiden era el típico agente de policía de carrera con un largo historial en la rama uniformada de las fuerzas. Fabel seguía considerándose un detective accidental, un outsider, y le gustaba pensar que tenía pocas contemplaciones hacia las formalidades de su cargo.
Cuando entró en el despacho del Kriminaldirektor había un hombre alto y delgado, con el pelo prematuramente gris, a quien Fabel no reconoció y que le esperaba junto a Van Heiden.
—Fabel… permítame que le presente a Herr Wagner, del BKA…
Fabel estrechó la mano del agente. El BKA era el Bundeskriminalamt —Agencia Federal contra el Crimen—, el cuerpo encargado de hacer cumplir la ley que abarcaba toda la República Federal. Fabel había trabajado con ellos en distintas ocasiones, pero no le habían presentado nunca a Wagner. Tal vez esa reunión no fuese un intento más de Van Heiden para convencer a Fabel de que se quedara en la Mordkommission. Sin embargo, la esperanza de Fabel se desvaneció con la primera frase de su jefe.
—No voy a andar con rodeos, Fabel —dijo Van Heiden, mientras le hacía un gesto para que se sentara—. Ya sabe cómo me siento ante su decisión de dejar la Policía de Hamburgo. Preferiría que se trasladara a otro departamento antes que perderle del todo.
—Le agradezco su postura, Herr Kriminaldirektor, pero la decisión está tomada. —Fabel no trató de disimular la fatiga de su voz—. Y, con todos mis respetos, ya hemos hablado de este tema…
Van Heiden se tensó.
—No le he hecho llamar tan sólo para repetirme, Fabel. Herr Wagner y yo queremos discutir con usted un asunto específico.
—Con todos mis respetos —intervino Wagner—, no estoy de acuerdo con Herr Van Heiden en que una buena alternativa a su marcha de la Policía podría ser su traslado a otro departamento. Sé que ha resuelto usted con éxito cuatro casos de asesinatos en serie en estos últimos años.
—Depende de lo que entienda usted por «éxito» —dijo Fabel—. He perdido a un agente y tengo a otra tan traumatizada que sigue de baja indefinida.
—¿Cómo está Frau Klee? —preguntó Van Heiden.
—Maria es fuerte —dijo Fabel—, muy fuerte. Supongo que, de alguna manera, ése ha sido su problema. Intentó resolver sencillamente lo que le había ocurrido, sin darse el tiempo necesario para curar sus heridas tanto físicas como las emocionales. Por esto ahora está hundida.
—Frau Klee resultó gravemente herida en el caso en el que Herr Fabel perdió a un agente. —Van Heiden sintió la necesidad de darle una explicación a Wagner.
—Y también murió un policía uniformado local —dijo Fabel.
—Sí… —Wagner frunció el ceño—. El caso Vitrenko. Créanme, las aventuras de nuestro amigo ucraniano me resultan perfectamente familiares. Vasyl Vitrenko es nuestro hombre más buscado.
—Para acabarlo de arreglar, Maria mantuvo… —Fabel trató de dar con la palabra adecuada— una relación, aunque sin saberlo, con el asesino de otro caso. Temo que todo esto le acabe pasando factura.
—Fabel —dijo Van Heiden con delicadeza—, lo de Frau Klee es algo más que un caso de pérdida de autoconfianza y estrés postraumático: ha sufrido un colapso total. Todos sabemos que, de lo contrario, ella sería su sucesora en el cargo. Odio decir esto de una agente de la capacidad de Frau Klee, pero ahora mismo dudo mucho de que tenga un futuro en la Mordkommission.
—Creo que yo debería tener algo que decir en este asunto —dijo Fabel.
—Pero no podrá, Herr Hauptkommissar —dijo Van Heiden—. Cuando Frau Klee regrese de la baja, usted ya se habrá marchado. Es su decisión, Fabel, no la mía. De todos modos, estoy seguro de que podremos encontrar un puesto adecuado para Frau Klee en otro lugar de la Policía de Hamburgo.
Fabel no dijo nada. Finalmente, Wagner rompió aquel silencio embarazoso.
—En fin, como le decía, Herr Fabel, tiene usted un talento natural para los casos de asesinato complicados. Su último caso fue más bien… de alto nivel, cuando menos. Su fama llega ahora mucho más allá de Hamburgo. Le guste o no, se ha hecho usted un nombre dentro de la comunidad policial de toda Alemania como el investigador más experto y brillante de casos complicados de asesinatos múltiples.
—Sinceramente, no creo que tenga ninguna cualidad ni credenciales especiales —dijo Fabel—. Tiene más bien relación con la mala pata de haber tenido cuatro casos de asesinatos en serie en nuestra jurisdicción y el hecho de contar con un buen equipo detrás y haber tenido unas cuantas dosis de suerte.
—Todos sabemos que la suerte no ha tenido nada que ver, Fabel —dijo Van Heiden.
—Escúcheme, Herr Fabel —dijo Wagner—: hay cierto número de casos de asesinatos que surgen de vez en cuando en distintas partes de la República Federal que, por una u otra razón, son más complicados que el típico suceso normal y corriente.
—Los asesinatos en serie, quiere decir.
—No. Bueno, sí, pero no exclusivamente. Todo cambia. Ahora nos encontramos de manera rutinaria ante todo tipo de casos complejos: asesinatos con algún aspecto añadido… político, relacionado con el crimen organizado, asesinatos profesionales, ese tipo de cosas. Y también casos en los que el ámbito geográfico del crimen excede los límites de un solo estado federal y el ámbito de operaciones de una única fuerza policial. Un asesino contratado en Bremen puede estar trabajando para un gánster en Leipzig, por ejemplo. O nos podemos encontrar ante un asesino en serie que utiliza la red de autopistas para matar por toda la República Federal. O, sencillamente, podría darse un caso tan complejo o fuera de lo común que las fuerzas locales no tuvieran marco de referencia para su investigación.
—¿Y qué tiene todo esto que ver conmigo?
—Bueno, como ya sabe, el procedimiento habitual en los casos que atañen a la República Federal es que el fiscal del estado federal en el que tuvo lugar el primer crimen se encarga del caso y el BKA hace de coordinador entre las fuerzas que intervienen en la investigación. Pero vivimos en un mundo mucho más complicado, no son sólo los negocios lo que se está globalizando. Internet representa un recurso a nivel mundial para los delincuentes sexuales y el crimen organizado no conoce fronteras, y mucho menos si se trata de límites federales.
—El BKA quiere montar una unidad especial para tratar con este tipo de delitos —prosiguió Van Heiden—. Una superbrigada de homicidios, por decirlo de alguna manera. Y quieren que se ponga usted al frente de la misma.
—Seguiría usted trabajando desde la sede del Polizeipräsidium de Hamburgo —explicó Wagner—, y seguiría ocupándose de los casos locales como ha hecho durante los últimos quince años, pero se le facilitaría personal y recursos adicionales para organizar la unidad especial. Siempre que hubiera un caso que requiriera su preparación y perspectiva especiales se acudiría a su unidad.
—Me siento muy halagado, pero…
Van Heiden le cortó:
—Los halagos no tienen nada que ver. Ni se trata sólo de usted. Estamos hablando de una oportunidad para que la Policía de Hamburgo obtenga un reconocimiento a nivel europeo, incluso a nivel mundial, como centro de excelencia en investigación de homicidios, de una manera similar a la que el Instituto de Medicina Legal de Eppendorf es líder global en medicina forense.
—Pero seguramente esta unidad pertenecería al BKA.
—Usted seguiría siendo agente a tiempo completo en la Policía de Hamburgo, aunque tendría un aumento de sueldo de acuerdo con sus nuevas responsabilidades. Si quisiera, podríamos dejar las cosas tal y como están aquí, pero utilizarlo en calidad de, digamos, «asesor» en otras partes del país.
Fabel se tomó un momento para sopesar lo que le estaban diciendo.
—Todo esto es muy interesante, y sería un reto muy emocionante para cualquier agente con ambiciones. Pero no es mi caso. Estoy tratando de alejar la muerte de la puerta de mi casa, no de echarme a la carretera en busca de más muertes. Lo siento, caballeros —Fabel se levantó—, mi decisión está tomada.
—Es realmente una oportunidad única —insistió Wagner.
—Escuche, Herr Wagner, les agradezco la oferta, de veras, pero para mí ha llegado la hora de hacer otras cosas. —Fabel hizo una breve pausa—. He perdido el norte. Cuando me hice policía todo era muy sencillo: veía cuál era mi lugar en el mundo, y ese lugar estaba entre el ciudadano de a pie y aquellos que podían hacerle daño.
—Es una definición bastante buena de lo que significa ser policía —dijo Van Heiden—. Y tan cierta hoy como cuando se incorporó usted al cuerpo.
—Es posible —dijo Fabel, con un suspiro—. Pero, a lo largo de los años las cosas se han ido complicando, haciéndose más «abstractas», podríamos decir. La gente a la que he perseguido, las cosas que habían hecho… nunca me imaginé envuelto en cosas tan siniestras.
Hubo una pausa, y luego Wagner dijo, de manera algo dubitativa:
—Antes he comentado que estaba más que familiarizado con Vasyl Vitrenko. Sé que hay algo así como un tema pendiente entre ustedes. Es cierto lo que he dicho, que conozco bien a Vitrenko. Él y su nuevo socio Molokov son, de lejos, las figuras más poderosas en el tráfico de personas en Europa. Están vendiendo a mujeres y niños de Europa del Este y de Asia para prostitución y otras formas de esclavitud. Y utilizan Alemania no sólo como mercado principal, sino como puerta de entrada al resto de Occidente. Hemos organizado una fuerza especial interdepartamental dedicada a buscar y dejar fuera de juego a Vitrenko de una vez por todas. Si reconsiderara su postura, su primera misión sería ayudarnos a atraparlo.
—¿Por qué todo el mundo parece creer que tiene la clave de lo que me motiva? ¿Qué sabe ninguno de ustedes sobre lo que ocurrió en realidad cuando apuñalaron a Maria? —Fabel se esforzó por mantener a raya la rabia que sentía—. Esto es la vida real, no una película americana cursi. No ardo en deseos de venganza ni busco una gran confrontación final. Vitrenko no es asunto mío. Ya no.
—No es así como nosotros hacemos las cosas —dijo Wagner, y Fabel se dio cuenta de que había irritado al hombre del BKA—. No me interesan las rencillas privadas. Como investigador profesional pensé que querría usted cerrar un caso en el que ha estado implicado tan profundamente. Bajo nuestro punto de vista, tiene usted mucho que aportar. Nadie ha estado nunca tan cerca de capturar a Vitrenko como usted y Frau Klee, y su información podría ser inestimable. Lo que también puedo decirle es que estamos mucho mejor en cuanto a información sobre Vitrenko de lo que estábamos la última vez que usted se cruzó en su camino. Por primera vez tenemos una fuente dentro de la organización Vitrenko-Molokov y hemos logrado tener el expediente más completo jamás reunido sobre él. Con la ayuda de nuestros socios en la milicia policial ucraniana hemos logrado arrojar algo de luz a las sombras. Cada vez le quedan menos lugares en los que ocultarse.
Fabel le devolvió una mirada apagada a Wagner, pero se sorprendió intrigado por lo que contenía el dossier. La verdad era que, por lo que a él respectaba, Vitrenko había dejado de ser una persona, un ser humano, para convertirse en un espectro.
—Recopilar el expediente Vitrenko ha costado vidas, Herr Fabel. Buena parte de la información proviene de operaciones secretas ucranianas y también de nuestras propias fuentes. Creemos que Vitrenko está al tanto del dossier y que daría cualquier cosa por hacerse con él.
—¿Por qué? Eso sólo confirmaría lo que probablemente ya puede suponer que sabemos —preguntó Fabel a pesar suyo.
—Vitrenko es un obseso de la lealtad. Existen dos versiones del expediente Vitrenko: el dossier Master y el de trabajo. El motivo principal es que sólo podemos compartir la información con nuestros colegas ucranianos hasta cierto punto, lo cual me consta que les produce frustración. Pero sucede que sigue habiendo una buena dosis de corrupción dentro de las fuerzas de seguridad ucranianas, a lo cual hay que añadir que ni siquiera ellos saben cuánta gente tiene Vitrenko infiltrada en sus propias filas. Es por esto que el dossier de trabajo es el que todos los miembros de dichas fuerzas usan para investigar. Les proporciona toda la información importante pero no identifica las fuentes, cosa que sí hace el dossier Master. Pero aunque sólo el dossier de trabajo llegara a manos de Vitrenko, en él encontraría las suficientes pistas para identificar a nuestras fuentes dentro de su organización.
—Pero ¿de verdad existen esas fuentes? Los hombres de Vitrenko le son fanáticamente fieles.
—Eso es muy cierto, pero cuando fusionó sus operaciones con las de Valeri Molokov comprometió su seguridad. Éste tiene un concepto menos noble de la profesión que ha elegido. Como Vitrenko, tiene un pasado en los servicios de seguridad, en su caso rusos en vez de ucranianos, pero es un buen gánster de la vieja escuela, simple y llanamente. No hay ninguna filosofía elevada que vincule a estos dos hombres; tan sólo la avaricia y la violencia.
Wagner hizo una pausa, como si esperara una reacción de Fabel.
—En fin, como ya les he dicho, Vasyl Vitrenko, sus operaciones, sus socios… todo eso es ahora problema de otros —dijo Fabel.
Van Heiden y Wagner intercambiaron miradas resignadas.
—¿No quiere al menos pensarlo mejor? —preguntó Van Heiden—. Estoy dispuesto a mantener su cargo abierto durante tres meses más. El Kriminaloberkommissar Meyer ha accedido a dirigir el departamento en este lapso de tiempo. Pasado ese período deberé sustituirle.
—Puede sustituirme ahora, Herr Van Heiden. Mi decisión es firme.
—Escuche —dijo Wagner—. Acepto lo que me dice, pero, mientras tanto, me pregunto si querría echarle una ojeada a esto. —Le entregó a Fabel un grueso informe—. Es sólo para saber su opinión. Comprendo que no querrá implicarse directamente, pero si pudiera mirárselo le estaría muy agradecido. Tan sólo por si se le ocurren algunas ideas.
—¿De qué se trata? —Fabel cogió el informe y lo miró con suspicacia.
—Es de la Policía de Nordrhein-Westfalen. Hay un tal Kriminalkommissar Scholz trabajando para el Präsidium en Colonia. Me ha preguntado si querría usted bajar a ayudarle con el caso que detalla ese informe, pero ya entiendo que ahora está fuera de cuestión.
Fabel soltó una carcajada cínica.
—Ya veo… Un pequeño cebo para ver si pico.
—No fingiré que no estaría decepcionado si este caso no le intrigase lo bastante como para plantearse ir a Colonia a echar una mano. Pero respeto su decisión. Sin embargo, sé que Herr Scholz agradecería cualquier comentario o consejo, Erster Hauptkommissar Fabel.
—De acuerdo. —Fabel se levantó y se puso el informe bajo el brazo—. Le echaré un vistazo. Pero, como le he dicho, eso es lo único que puedo prometerles.
Van Heiden acompañó a Fabel hasta la puerta y allí se estrecharon la mano.
—Le echaremos de menos —dijo Van Heiden—. Debo decirle que no le veo como vendedor de ordenadores.
Fabel sonrió.
—Software educativo, Herr Kriminaldirektor. Para universidades de todo el mundo.
—Sea lo que sea, usted no está hecho para eso. Usted es policía, Jan. Lo acepte o no.