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Mark intenta taparle la boca a Paula, pero es demasiado tarde. El daño está hecho. Desde el piso de abajo les llega un grito desgarrado. Después, oyen pasos a la carrera subiendo las escaleras. Terence mira a Mark.

—Tenéis que salir de aquí. Os cubriré.

Mark mira alrededor y se acerca a la ventana.

—¿Otra vez vamos a salir por la ventana? —pregunta Paula, en sus brazos.

—Y agradezcamos que hay una.

Terence abre la puerta del vestuario y cruza hacia la sala de agentes, con el hacha en la mano, preparado para luchar. Mark se descuelga por la ventana y salta. Al caer, apoya mal un tobillo y acaba despatarrado en la calle. Se levanta rápidamente. El padre Merrill está sujetando a Paula en volandas. Mark extiende los brazos hacia arriba y el sacerdote suelta a la niña. Mark la coge al vuelo. Ella ríe.

—Padre, ahora usted.

El sacerdote niega con la cabeza.

—Sácala de aquí, Mark. Lo que has hecho por ella ha sido maravilloso.

—Padre, salte. Aún está a tiempo.

—Suerte, hijo —responde el sacerdote lanzándole la escopeta. Mark la coge al vuelo.

El padre Merrill le da la espalda. Mark abre la boca para protestar, pero decide que no vale la pena. No cree poder convencer al sacerdote y solo serviría para hacerles perder tiempo. Mark agarra la mano de Paula y los dos se ponen a correr, alejándose de la comisaría de una vez por todas.