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Si hay una persona en el grupo de supervivientes que merezca hacer un paréntesis, creo que estarás conmigo en que es Brad Blueman. Nuestro intrépido reportero, que hace rato que perdió su sombrero, el mismo que Carrie pisó a la entrada de los juzgados. Es increíble, pero parece que hubiera pasado una eternidad desde ese momento cuando apenas han pasado un par de horas.

No ha perdido su cámara, eso sí que no. Y tampoco le ha preocupado que todos le miraran mal cuando fotografió a Terence reduciendo a Russell, porque nunca le han importado los reproches. Por eso, y porque el cerebro de Brad Blueman está en ebullición. Casi podría sentarse en cualquier momento para empezar a escribir su libro.

Un libro que le hará millonario.

¿Un motín entre los supervivientes? Ni siquiera en sus mejores sueños podría haber pensado en algo tan bueno. Puede jugar a ambos bandos, además. Puede defender al agente Dinner, que como policía es el que intenta mantener el control, o puede defender al resto. Pero Brad no es idiota, y sabe que su libro defenderá al agente Dinner, porque es el pobre héroe solitario que ha sido engañado por el resto. ¿Ha sido mordido y se convertirá en un muerto andante? Vale, es cierto, pero si quiere puede obviar esa parte. Porque sería aún más maravilloso un motín sin una causa clara, movido únicamente por las ansias del resto de tomar el control.

Mentir no es lo suyo, pero qué demonios, ese libro le va a hacer millonario. Si tiene que hacerlo, lo hará. Sabe que no es necesario, pero tiene la posibilidad de hacerlo. Si finalmente se decide por añadir el dato del mordisco y la infección, aún puede jugar con los sentimientos de Russell, que aún es un ser humano y que está dispuesto a seguir luchando.

Lo siento, Terence, pero vas a ser el malo de esta película.

Lo primero que piensa hacer cuando reciba el primer cheque será homenajear de alguna forma al pueblo de Castle Hill. No es que le tenga especial aprecio, de hecho siempre ha deseado salir de allí, pero eso le dará un plus de cara al público.

Cuando Russell logra zafarse de la presión ejercida por Terence y le arrebata el arma al extranjero de un puñetazo en la mandíbula, Brad está a punto de lanzar un gritito de júbilo. Por dios, eso ha sido como tener un orgasmo. En su mente, prácticamente tiene ya escrito ese capítulo, y desde luego, ese colofón es el mejor que pueda imaginar. El héroe que resurge como un ave fénix. Maravilloso. Espera que no se le olvide esa frase.

Después, Brad sigue al resto cuando se dirigen hacia la sala de agentes, y presencia como el resto la pelea que tiene lugar en el vestíbulo. Realiza tres fotografías. En una de ellas, Terence forcejea con una de las prostitutas. Prostitutas zombis, santo cielo, este libro va a ser una bomba. En la segunda, Aidan Lambert sujeta la escopeta, después de haber disparado y, al fondo, se aprecia la figura de Andy Probst corriendo hacia él. En la última de las fotografías, el cuerpo de Andy está volando por los aires, Aidan tiene la cabeza encogida como asustado por el disparo, e incluso cree haber captado un trozo del cañón de la escopeta de Russell.

Y por cierto, Andy Probst convertido en zombi es una de las mejores imágenes que ha visto en todo el día. De esas que le alegran a uno la vista. Casi tan bueno como esas muchachas con vestiditos de verano enseñando las piernas cuando llega la primavera.

Ya nadie volverá a decirle si puede o no ir en portada.

Qué demonios, Andy, esta vez te arrodillarías y lamerías el suelo que piso con tal de que te dejara publicar parte de mi historia en primera plana.

Solo encontrarás una sonrisa entre todos los supervivientes que se encuentran en el vestíbulo de la comisaría, y se encuentra en la cara del infame Brad Blueman.

Después, Russell les grita a todos que corran, y Brad obedece y se da la vuelta. Baja los escalones de dos en dos detrás de Mark y llega al garaje. Russell, Mark y el padre Merrill intentan levantar la puerta del garaje a pulso. Brad levanta la máquina de fotos e inmortaliza ese momento. Porque, venga ya, el sacerdote luchando por su vida también es un punto que podrá explotar en el libro.

Como suele decir la gente en facebook, a esta historia solo le faltaría un velocirraptor para ser perfecta.

Brad Blueman está a punto de soltar una carcajada en el garaje de la comisaría. Si lo hubiera hecho, es muy probable que todos hubieran pensado que había perdido la cabeza finalmente, debido a la presión. Ha oído casos de personas a las que les ocurre eso, pero él está jodidamente lúcido. Nunca ha estado tan espabilado. Se siente como si hubiera tomado alguna droga que alterara la percepción, como si no pudiera perderse ningún detalle, como si fuera capaz de absorberlo todo.

Anota mentalmente que tiene que descubrir el nombre del extranjero, el que ha recibido el puñetazo en la mandíbula.

Después la puerta se abre y todos echan a correr. Brad protege su cámara de la lluvia apretándola contra su cuerpo. Tiene delante al agente Dinner, al cura y a Stan Marshall, el hombre que le gruñe siempre que va a comprarle el periódico. Brad corre con todas sus fuerzas, pero no es un hombre rápido. Nunca le ha gustado la gimnasia y no está en buena forma física. Verónica le adelanta por la izquierda como una exhalación. Jason y Carrie están a punto de alcanzarle. Corren de la mano, lo que en otro momento y lugar tal vez habría sido entrañable. O no, porque a Brad nunca le había gustado ese chico.

Pero eso no es lo importante. Lo importante es que Jason y Carrie están alcanzando a Brad en su carrera por la supervivencia, y que detrás de ellos y ganándole terreno rápidamente van Dolores y Zoe, y dentro de unos segundos, uno de ellos lo pagará caro.