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Más o menos al mismo tiempo en que Verónica y Terence intentaban convencer a Zoe, el corazón de Candy se detuvo. Parvati le sujetaba la mano cuando eso ocurrió, y aún lo hacía cuando Candy empezó a tener convulsiones. Se asustó, pero no soltó la mano de Candy, sino que intentó agarrarle los hombros.

—¡Candy! —exclamó—. ¿Qué te ocurre? ¡Candy!

Y ahí tienes, a Andy Probst asomado a la ventana e insultando a los muertos que hay fuera y a Paula Henderson sentada en una silla y levantando la cara para mirar hacia Parvati y Candy. Y mientras Parvati trata de recordar lo poco que sabe sobre primeros auxilios, Paula siente que el miedo crece en su interior y le rodea el cuello como una mano invisible que quisiera ahogarla. Porque Paula ya ha visto antes ese temblor incontrolado que sufre Candy. Lo ha visto en Neville, que se llamaba Donald y no le gustaba decirlo, y en las mujeres semidesnudas que estaban en el bar. Temblaron así antes de volver a levantarse.

Y mientras Andy sigue gritando, encarando la ventana y las caras muertas que le observan desde el exterior, ajeno a lo que ocurre detrás de él, Parvati recuerda que cuando alguien sufre un ataque hay que ponerle de lado y tratar de evitar que se aho gue con su propia lengua. Y mientras Parvati introduce dos de sus dedos en la boca de Candy para agarrar su lengua, Paula salta de la silla y se escabulle entre las mesas, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

Y Candy abre finalmente los ojos. Parvati se sobresalta, porque la mirada de Candy ha perdido todo indicio de dulzura y parece un animal a punto de saltar sobre su presa. No tiene tiempo de retirar la mano, y Candy aprieta los dientes sobre sus dedos con toda la fuerza de su mandíbula. Parvati grita por el dolor e intenta echarse hacia atrás, golpeándose contra la pared. Candy estira los brazos hacia ella y logra engancharse a su pelo. Parvati grita. Candy abre la boca y hunde los dientes en la garganta de Parvati. El chorro de sangre que sale de la herida salpica toda la pared.

Para entonces, Andy Probst ya se ha dado la vuelta. Al ver a Candy lanzándose sobre Parvati corre hacia ella y le da una patada para alejarla de Parvati. Candy cae hacia un lado. Andy mira a Parvati y ahoga un grito al ver que su garganta está destrozada y la sangre mana de la herida como si fuera una cascada, empapándole la ropa y el suelo. Parvati cae hacia delante y empieza a tener convulsiones.

Pero Andy no piensa en eso, porque Candy vuelve a levantarse y se lanza hacia él como un toro de lidia. Andy intenta agarrarla para impedírselo, pero el impulso de la mujer es muy grande y ambos caen al suelo, rodando el uno sobre el otro. Andy siente que los dientes de la mujer se le clavan bajo la oreja derecha y grita.

Paula atraviesa una puerta con el corazón latiéndole en el pecho a toda velocidad. Al levantar la vista, ve que se encuentra en un vestuario, con varias taquillas y un par de sillones gastados y que no parecen demasiado cómodos. Una de las taquillas está abierta, y Paula se mete dentro sin pensarlo. Se golpea la cara contra un pantalón que cuelga de una percha. Ese pantalón pertenece a Patrick Flanagan, por si quieres saberlo. El único agente de la comisaría que nunca cierra su taquilla. Paula cierra a su espalda, y la oscuridad sería total de no ser por las dos rendijas que hay en la puerta. Tiene el corazón y la respiración acelerados y está aterrorizada. Intenta calmarse, pero no puede. Le gustaría estar con Mark, porque él sabría qué hacer, pero Mark se ha ido a ayudar a los demás, porque es un adulto y ella solo una niña. Paula no quiere llorar, pero cuando la primera lágrima alcanza el rabillo de su ojo, no puede evitarlo y rompe a llorar de miedo.