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El Coronel Bernard Trask se pasea de derecha a izquierda. Los once hombres y la mujer que conforman su pequeño grupo de él¡te se encuentran delante de él, hombro con hombro. Sus mochilas están en el suelo, pero todos llevan en las manos el rifle de asalto.

—Avanzaremos formando un rectángulo perfecto —les diceEn fila de dos. Yo avanzaré en primer lugar, junto a Fred. Barney y Stanley, iréis en la cola. No quiero una distancia mayor de un brazo entre uno y otro. Al menos mientras todavía no hayamos rescatado a ningún civil. Montoya irá en el centro, entre las dos filas, y se encargará de proveer de munición al que la necesite. ¿Está claro? Quiero disparos directos y escogidos. Fijad un blanco antes de apretar el gatillo y no les dejéis acercarse a nosotros. Habrá mujeres y niños. No os dejéis guiar por sus caras o sus edades. Si creéis que es una de esas cosas, disparad. Y recordad… esas cosas seguirán moviéndose a menos que les reventéis el puto cerebro. ¿Está todo claro?

—¡Sí, señor!

—¿Pues entonces qué coño estáis esperando para salir? ¿Qué os inviten personalmente? ¡Vamos, señoritas! ¡En marcha, joder, antes de que tenga que daros una patada en el culo!

Obedientes como perros de presa, los doce soldados se colocan sus mochilas al hombro. El noventa por ciento de lo que hay en ellas es munición. La necesitarán. Como una máquina bien engrasada, los soldados toman la posición que acaba de marcar el coronel Trask, con el propio coronel y el soldado Fred Williams abriendo la marcha, Montoya, un chico de ascendencia puertorriqueña con brazos de culturista y cara de matón de gueto, en el centro del rectángulo, y los soldados Stanley Trenton y Barney Ayes cerrando la marcha.

—¡Todas las armas con silenciador, señoritas! ¡No queremos pegar un tiro y atraer la atención de todo el puto estado!

A una voz del coronel, empiezan a trotar en dirección al túnel. Verles es como ver un ballet, totalmente coordinado y perfecto, pero sin tutús y con rifles de asalto.

Patrick Flanagan, Duck Motton y Gabriel Cussler les observan desde su pequeña celda. El teniente Harrelson y el resto de soldados de la zona también les miran pasar, con cierto asombro. El grupo de élite del coronel Trask no mira hacia ninguno de ellos. Mantienen la vista al frente y las bocas cerradas mientras trotan a una velocidad considerable.

Pronto, superan la barricada de camiones y se internan en el túnel. El sonido de sus botas resuena contra las paredes y crea la sensación acústica de estar frente a una muchedumbre.