Zoe le está contando a Russell la conversación que ha tenido por radio. Verónica, Terence, Mark, Andy y Stan no se han movido de donde están.
—Tal vez deberíamos meterles en una celda —propone Andy.
— No creo que Russell sea consciente de lo que le está ocurriendo, o de lo que va a ocurrirle —asegura Verónica—. Y eso podría complicar las cosas.
—Sobre todo porque tiene una escopeta en las manos —añade Mark.
—Tendremos que quitársela —dice Andy, encogiéndose de hombros.
Detrás de él, Stan Marshall lanza uno de sus característicos gruñidos de mal humor.
—Somos cinco contra uno —dice Andy.
—Pero alguien podría salir malherido si en el proceso se le dispara el arma, —Terence se pasa la mano por la cara, pensativo—, o si se resiste.
—¿Y si se lo explicamos? —pregunta Mark, dubitativo.
—No creo que sea buena idea —responde Verónica—. Si lo acepta, perfecto, pero, ¿vosotros aceptaríais la idea de que os vais a convertir en una de esas cosas? El poder de negación del ser humano es muy grande. Y si no quiere aceptarlo, pillarle desprevenido sería mucho más complicado porque estaría sobre aviso.
—Tienes razón - Mark se encoge de hombros.
—¿Nadie piensa en los demás? —pregunta Stan, y todos se giran para mirarle—. Dudo mucho que el padre Merrill sea un problema, y Aidan Lambert está en su salsa, pero la chica de recepción podría ponerse de parte de su compañero.
—Puede que al principio, sí. Pero cuando se lo expliquemos, Zoe atenderá a razones —asegura Verónica.
—Más nos vale —gruñe Stan.
—¡Escuchadme un momento! —Russell alza la voz y se acerca al centro de la sala, mirando hacia todos los que se encuentran allí—. Tenemos que organizarnos. Se acerca un coche con cinco supervivientes en su interior y vamos a ayudarles a entrar aquí.
—¡Cojonudo! Dígales que atraviesen el infierno de ahí fuera y entren por la puerta principal. Está chupado.
Russell se gira hacia Aidan, enfadado. Aidan le sonríe.
—Lo que vamos a hacer es simple —dice Russell, ignorando el comentario de Aidan—. Distraeremos a esas cosas desde distintos puntos del edificio, llamaremos su atención para que se agrupen en esta parte del edificio y en el frente. Y cuando los supervivientes se acerquen, abriremos una ventana de la parte trasera y les ayudaremos a subir por ella.
—¿Puedo disparar a esas cosas de ahí fuera? —pregunta Aidan.
Russell suspira.
—Sí, Aidan, haz lo que quieras.
—Perfecto. Me pido la parte de distracción. La ventana del vestíbulo es cojonuda y tiene un alfeizar lo suficientemente grande como para sentarse.
Russell se encoge de hombros y mira al resto. Mark se da cuenta de que se fija sobre todo en Terence y Verónica, como pidiéndoles opinión o apoyo.
—Me parece un buen plan —responde Terence.
Russell se gira hacia Zoe.
—Zoe, avísales de que intentaremos despejar la parte trasera del edificio, que tendrán que detener el coche junto a la pared y subirse a él para alcanzar la ventana. Les ayudaremos a subir.
Zoe asiente y sale corriendo hacia el vestíbulo.
—Como esto no salga bien, cinco personas van a morir ahí fuera —gruñe Stan.
Mark, que está cerca de él, le escucha perfectamente.
En realidad, la muerte está bastante más cerca de lo que ellos creen. Pero ahora están demasiado ocupados pensando en los supervivientes que van hacia ellos como para preocuparse de la cada vez más irregular respiración de Candy.