Mark ha visto que la escalera empieza a subir y se ha dado la vuelta, apuntando con la escopeta hacia la puerta. Los muertos que se encuentran al otro lado han logrado abrir varios agujeros con sus golpes, y en ese momento varias manos tratan de atravesar la madera.
—Vamos, joder… vamos…
Lo tienen tan cerca. A su espalda, Paula grita con emoción. Mark se pone en tensión. La madera de la puerta vuelve a crujir, y esta vez la bisagra faltante se suelta con un chasquido. La puerta habría caído debajo de no ser por la barricada. Los muertos empujan, tratando de encontrar un hueco por el que colarse, tratando de arrastrar los muebles y la puerta que aún está entre ellos y su comida. Mark grita y se acerca a la puerta. Uno de los muertos ha logrado meter parte del cuerpo entre la puerta y la pared. Aprieta el gatillo y la parte superior de la cabeza del hombre desaparece en un amasijo de sangre y hueso que salpica la pared detrás de él. Al instante, el cuerpo es empujado por otro de esos zombis intentando entrar en la habitación. Mark le apunta y dispara de nuevo. La bala revienta la cara del tipo.
Sin dejar de gritar, Mark abre la escopeta y saca los cartuchos utilizados. Rebusca en su bolsillo y saca dos cartuchos nuevos. Carga el arma y mira hacia la puerta. Han logrado empujar los muebles casi veinte centímetros, y varios zombis han logrado meter parte de sus cuerpos por los huecos que quedan. Estiran los brazos hacia él, gruñendo y gritando.
Mark dispara. El cuerpo de uno de los zombis se golpea violentamente contra la pared y cae al suelo. Una mujer intenta pasar por encima de él.
—¡Salta!
Mark mira hacia atrás. Terence está en lo alto de la escalera y extiende su mano hacia Paula. La niña se sube al marco de la ventana y estira las manos hacia el bombero. Este le agarra una de ellas.
—¡Vamos, un salto!
Paula obedece, y Terence tira de ella hasta abrazarla contra su cuerpo. Después mira hacia el interior de la habitación, hacia Mark.
—¡Vamos! —grita.
Terence se da la vuelta. Un grupo de cuatro zombis han logrado subirse a la parte trasera del camión y se dirigen a la escalera. Desengancha el hacha y desciende a toda velocidad. Paula se queda arriba, mirando hacia Mark.
En la habitación, los muertos logran empujar la barricada de muebles lo suficiente como para entrar, y empiezan a atravesar los muebles por encima. Mark dispara, y su bala revienta la rodilla de una adolescente con la cara llena de pecas y el pelo revuelto. Después se da la vuelta y corre hacia la ventana. Es la tercera vez en el día que trata de escapar por una ventana. Salta hacia la escalera y se engancha a ella. Paula le agarra la muñeca, como si creyera que podría impedir que cayera si él no lograra sujetarse. Pero Mark lo consigue, y un momento después está en lo alto de la escalera, con Paula abrazada a él. La habitación se ha llenado de muertos que ahora corren hacia la ventana. Mark vacía la escopeta y carga dos nuevos cartuchos. El primer disparo lo hace cuando uno de los zombis empieza a asomarse a la ventana, como si quisiera saltar hacia ellos. Mark duda que tenga la suficiente coordinación para hacerlo, pero no piensa esperar a comprobarlo. Si uno de ellos lograra enganchar la escalera podría hacerles caer. O morderles.
El disparo catapulta al hombre de vuelta a la habitación.
Terence maneja el hacha como si fuera un guerrero vikingo y los cuatro muertos que habían logrado subirse al camión caen de nuevo unos momentos después.
—¡Verónica! —grita— ¡Arranca! —mira hacia Paula y Mark— ¡Agarraos!
Y esta vez, Verónica no tiene la menor consideración con la gente que rodea el camión. Aprieta el acelerador hasta el fondo y el camión se lanza hacia delante. Mark se agarra con fuerza a la escalera, protegiendo a Paula con su cuerpo. El camión bota al pasar sobre alguno de los cuerpos, y Mark no logra mantener la escopeta consigo. La escalera se balancea hacia los lados y roza la pared del edificio, lanzando chispas. En la parte de abajo, Terence se agarra con fuerza para no salir despedido.
Verónica frena el camión unos metros más allá y pulsa el botón que hace que la escalera empiece a descender. Terence vuelve a encajar el hacha en el pantalón y extiende las manos hacia arriba, en un gesto muy similar al de los muertos que continuamente quieren atraparles. Mark deja que Paula llegue hasta el bombero, que la deposita con cuidado junto a él, y después desciende hasta la parte inferior del camión.
—¿Estáis? —grita Verónica, desde la cabina.
—¡Estamos! —responde Terence, y mira a Paula—. Será mejor que os agarréis con fuerza.
Mark y Paula asienten y se agarran a la escalera, que ya ha regresado a su posición original de descanso. Terence le guiña un ojo a la niña y ella sonríe.
—Gracias —dice Mark.
—Solo hago mi trabajo.
El camión vuelve a arrancar.