5

El pequeño camión de bomberos avanza despacio, rodeado de una masa de muertos cada vez mayor que golpean las puertas con insistencia. Terence mira por la ventanilla lateral y observa las caras de los seres que alzan las manos hacia él. Conoce a la mayoría.

—Podría apretar el acelerador y pasar sobre ellos.

Terence la mira. Entre ellos, el jefe de policía Dennis Sloat respira lentamente, con la boca abierta. Tiene los ojos vidriosos y emana calor. Hace un momento que Terence le ha puesto la mano en la frente y comprobado que la piel le ardía. No había dicho nada en voz alta, pero Verónica y él habían cruzado una mirada que valía más que mil palabras.

—Mirad.

Dennis levanta el brazo con esfuerzo y señala hacia delante, ligeramente hacia arriba. Terence y Verónica miran hacia donde indica su dedo. Verónica ahoga un gemido. En una de las ventanas del Paradise Fall hay un hombre y una niña asomados, haciéndoles gestos de urgencia.

—Joder —murmura Verónica.

Terence maldice en silencio. Mira a Dennis.

—No podemos dejarles ahí —es Verónica de nuevo.

Dennis mira a Terence. Parece agotado.

—Me temo que me encuentro demasiado cansado para ayudar. No sé muy bien lo que me pasa.

Yo sí, piensa Terence. Y vuelve a maldecir. Pero al mirar de nuevo hacia la fachada del Paradise Fall ve que la niña está aterrorizada. Y sabe que probablemente sea una misión suicida pero, en realidad, cuando alguien trabaja como bombero, sabe que cualquier salida del cuartel puede ser una misión suicida, hasta el rescate en apariencia más sencillo puede convertirse en una trampa mortal. El fuego no respeta ninguna regla. Y él se alistó para ayudar a la gente aunque su vida corriera peligro al hacerlo.

—Joder —masculla—, Verónica, sube la escalera hacia ellos.

—Habría que girarla.

—No te preocupes.

Verónica va a decir algo, pero Terence no espera. Abre la ventanilla de su lado. Dentro estaban más o menos aislados, pero al abrir la ventanilla, el sonido de los gritos y gruñidos de esos seres se vuelve mayor. Terence se agarra a la parte superior de la ventanilla y cuela su cuerpo por ella, apoyando el culo en la parte inferior. Siente que le rozan algunos dedos, tratando de agarrarle. Terence agarra el hacha y la coloca sobre el techo del camión. Después, apoya los pies y hace fuerza con los brazos para alzarse a pulso hasta el techo del camión. Una mano logra enganchar la parte inferior del pantalón, pero Terence lanza una patada y se suelta. Un momento después, está sobre el techo de la cabina.

—Tiene huevos —murmura Dennis—. Si me rechazaste por él, lo entiendo.

—Yo no…

Verónica mira a Dennis, pero sabe que no tiene sentido discutir por eso. No hay tiempo, y tampoco cree que Dennis vaya a escucharla de verdad. Parece estar a punto de desmayarse. Sin más, pulsa el botón que hace que la escalera situada en la parte trasera del camión empiece a elevarse.

Terence se pone en pie sobre el techo y mira a su alrededor. La masa de muertos que rodea el camión elevando los brazos hacia él es de más de cien personas. Sus aullidos le hielan la piel. Terence sujeta el hacha con fuerza y mira la escalera que sube cada vez más. Sin pensarlo, Terence salta hacia la parte trasera del camión y se acerca al pie de la escalera. Hay una manivela, y Terence la gira con fuerza para dirigir la escalera hacia la ventana donde está asomada la niña. Ya no ve al hombre.

Se da la vuelta. Uno de los muertos está consiguiendo subirse a la parte trasera del camión. Terence avanza hacia él y levanta el hacha por encima de su cabeza. Terence es un hombre fuerte y musculoso y la descarga podría partir un bloque de madera de veinte centímetros de grosor. La cabeza del hombre queda dividida en dos, y el tipo cae de nuevo al suelo.

Terence mira alrededor. La parte trasera del camión es más baja que la cabina y varios zombis intentan subir a ella. Terence le da una patada a uno de ellos, lanzándolo hacia atrás y vuelve a mirar hacia la fachada. La escalera está a apenas un metro de la niña cuando se detiene. Terence maldice, se engancha el hacha en el cinturón y se lanza sobre la escalera en el mismo momento en que escucha un disparo de escopeta proveniente de la habitación donde se encuentra la niña.

No, joder, no. Dame un poco de tiempo.