Salgamos de ahí. Harvey no podrá hacerlo, más que convertido en una de esas cosas, pero nosotros sí podemos, demos gracias por ello.
El comandante Hoyt fue lo suficientemente eficaz para levantar el teléfono cuando el desastre estalló y se hizo evidente que los soldados de la base militar de Castle Hill no lograrían contenerlo. Hizo dos llamadas. La primera tuvo como destinatario un alto mando en Washington. Fue una llamada corta y directa al grano. Y el alto mando en Washington realizó varias llamadas más y tomó ciertas decisiones. Ordenó un bloqueo total y absoluto alrededor de Castle Hill. Alguien tuvo las agallas necesarias para preguntarle por la gente de aquel pueblo. La respuesta fue clara en boca del alto mando de Washington: bajas colaterales.
La segunda llamada que realizó el comandante Hoyt fue a su hija. Simplemente, le dijo que la quería y que tenía ganas de verla. Ella estaba a punto de entrar al cine y casi no le prestó atención. Si lo hubiera hecho, tal vez se habría dado cuenta de que su padre estaba llorando.
Después de colgar, el comandante Hoyt sacó su arma reglamentaria, se apuntó a la cabeza y apretó el gatillo. Sus sesos salpicaron la pared y el cuadro con la fotografía del Presidente que hay en todos las dependencias oficiales.