Conclusión

Antes de partir con la expedición al Everest en 1996, Scott Fischer preguntó a su administradora, Karen Dickinson: «¿Quién sabe lo que puede suceder allá arriba?». Y ahora, nosotros nos preguntamos: «¿Qué sucedió allá arriba?».

De los treinta y tres escaladores que ascendieron a la cumbre del Everest desde su vertiente sur el día 10 de mayo de 1996, sólo volvieron veintiocho. De la expedición de Mountain Madness perdió la vida Scott Fischer. De la expedición de Rob Hall, Adventure Consultants, murió el mismo Rob Hall, además de uno de sus guías, Andy Harris, y dos de sus clientes, Doug Hansen y Yasuko Namba.

Tres de los escaladores supervivientes, Sandy Hill Pittman, Charlotte Fox y Tim Madsen, escaparon de la muerte por muy poco; otros dos supervivientes, Beck Weathers y Makalu Gau, sufrieron graves congelaciones y posteriormente la pérdida de algunas extremidades.

La descripción del estado de Scott Fischer en la tarde del día 10 de mayo, según Lopsang Jangbu Sherpa[50], sugiere que Fischer sufría edema cerebral de altitud[51]. La cuestión de que Fischer sufriera o no un trastorno físico preexistente que pudiera haber contribuido a desgastarle, pertenece exclusivamente al ámbito de la especulación.

Fischer murió a unos quinientos metros de desnivel sobre el Campo IV. Los solitarios y heroicos esfuerzos de Lopsang, que durante más de cinco horas pugnó por bajar de la montaña a su amigo y mentor, han pasado prácticamente desapercibidos.

Tanto Beidleman como Bukreev hubieran deseado haber percibido algún indicio claro de la gravedad del estado de Fischer. Ambos han dicho que hubieran hecho todo lo posible por obligarle a descender, si hubieran tenido la más mínima idea de cómo iban a desarrollarse los acontecimientos. Al enterarse de la muerte de Fischer, Lopsang se culpó por completo a sí mismo[52].

Ciertos «esclarecidos» han pretendido encontrar una explicación de la muerte de Fischer en su historia personal, rebuscando en su carácter como si se pudiera achacar la causa a algún aspecto defectuoso de su personalidad. Semejantes disquisiciones no han logrado sino denigrar a un hombre cuya vida no era más compleja que la de cualquiera de los restantes personajes que se encontraban en la montaña, o que la de cualquiera de los que hemos decidido escribir acerca de los acontecimientos del día 10 de mayo de 1996. Estas «revelaciones» han aportado muy poco a la comprensión de lo ocurrido.

La minada salud de Fischer, agravada al parecer por la falta de oxígeno; la hora en que se vio afectado, su posición en la montaña, los deficientes medios de comunicación, el mal tiempo y el estado y la aptitud de los miembros de su equipo que podrían haberle ayudado, fueron los factores que, en combinación, condujeron a su muerte. Citar una causa específica sería presumir de una omnisciencia que sólo es patrimonio de los dioses, los borrachos, los políticos y los escritores sensacionalistas.

Lo cierto es que uno de los guías de alta montaña más prometedores de los Estados Unidos ha encontrado la muerte de modo prematuro. Varios de los clientes de Mountain Madness que contrataron los servicios de Fischer han declarado, pese a sus diferencias personales en lo tocante al desarrollo de la expedición, que hubieran realizado otra ascensión con Fischer; y que debe recordarse que fueron ellos quienes eligieron a Fischer, y no al revés. Martin Adams dijo: «Él era el rey del rodeo de los guías de alta montaña; teníamos nuestras diferencias, pero yo confiaba en él; hubiera vuelto a irme con él».

Un año después de la muerte de Fischer, todo aquel que llamara por teléfono a su casa podría aún oír la voz de Scott a través del contestador. Al preguntarle acerca de ello, su esposa Jeannie explicó: «A los niños les gusta llamar a nuestro número para oír la voz de su padre». La pérdida ha sido inmensa, y en muchos aspectos se ha pasado por alto la verdadera dimensión de este hombre.

En cuanto a los clientes de Mountain Madness que corrieron un grave peligro durante el descenso y escaparon con vida por muy poco, dos son los factores que parecen haber tenido mayor relevancia: el retraso a la hora de partir de la cumbre y los problemas que encontraron durante el descenso, especialmente la pérdida de un tiempo crítico al ofrecer su ayuda a Yasuko Namba, cliente de Rob Hall a la que hallaron extenuada en las cuerdas fijas y que finalmente cayó inconsciente en las proximidades del Campo IV. El retraso en la cumbre y el tiempo invertido en atender a Yasuko Namba había costado más de una hora a los escaladores de Mountain Madness. En la base de las cuerdas fijas, a una altitud de 8200 metros, el Campo IV —que estaba a menos de tres cuartos de hora de distancia— había sido aún visible por unos momentos, e inmediatamente los escaladores se vieron envueltos por la tormenta. Si hubieran llegado a ese punto una hora antes, los hechos se hubieran desarrollado de manera muy diferente. Martin Adams ha indicado: «De modo erróneo, la gente ha pensado que fue la tormenta lo que originó los problemas. No fue la tormenta, fue la hora».

En cuanto al fallecimiento de Rob Hall, de su guía Andy Harris y de sus dos clientes Doug Hansen y Yasuko Namba, escasa ha sido la información que han podido aportar los miembros supervivientes de la expedición de Adventure Consultants. La razón por la cual Hall se había retrasado tanto en la montaña con su cliente Doug Hansen, que al parecer no llegó a la cima hasta pasadas las cuatro de la tarde, permanece aún desconocida. Jon Krakauer ha especulado que el jefe de su expedición estaba jugando con Scott «a ver quién era más valiente», esperando a ver «quién se daba la vuelta primero», pero poco después de las 3:00 de la tarde. Hall era consciente de que todos los clientes de Fischer habían llegado a la cumbre y que Scott les seguía pisándoles los talones. Si para Hall la ascensión había sido un concurso, se sabía quién era el ganador desde mucho antes de las cuatro de la tarde. Otras personas, entre ellas algunos miembros de la expedición de Hall, han aventurado que al alentar a Hansen para que prosiguiera hacia la cumbre, Hall había retrasado su propio retorno saltándose por completo los márgenes de seguridad.

Lo que sucedió a Harris y a Hansen es, igualmente, pura y simple materia de especulación. Las pruebas físicas, como el descubrimiento del piolet de Andy Harris en el tramo comprendido entre el Escalón Hillary y la Cumbre Sur, por los miembros del equipo IMAX/IWERKS que hicieron cumbre el día 23 de mayo, han hecho sugerir a algunas personas que Harris se detuvo en su descenso, se dirigió otra vez hacia arriba para ofrecer asistencia a Hall (y quizás a Hansen) y se precipitó en el mismo lugar, expuesto y desprovisto de cuerdas fijas, donde Jon Krakauer había sufrido una caída mientras bajaba y Mike Groom había acudido en su ayuda.

En cuanto a Doug Hansen, todo lo que se sabe es que estaba con Hall por encima del Escalón Hillary, y que ya no estaba en su compañía cuando éste vivaqueó en la Cumbre Sur, transmitiendo mensajes a su Campo Base. En algún lugar entre aquellos dos puntos, Hansen había desaparecido.

La tragedia de Yasuko Namba es, quizás, la más inquietante de todas, porque todo indica que tal vez hubiera podido sobrevivir. Mientras luchaba, sola, con las cuerdas fijas por encima del Campo IV, fue descubierta por Neal Beidleman, quien con la ayuda de Tim Madsen logró bajarla hasta el Collado Sur. Allí, se había acurrucado junto a su compañero de expedición Beck Weathers, mientras la tormenta rugía en torno a ellos. Cuando Mike Groom, guía de Adventure Consultants, realizó su escapada hacia el Campo IV con Beidleman, Schoening y Gammelgaard, ni Namba ni Weathers tuvieron fuerzas para seguirlos. Al llegar al Campo IV, Groom no pudo conseguir que ningún miembro de su expedición partiera para rescatar a los dos rezagados.

En las salidas que realizó en medio de la tormenta y la oscuridad en las primeras horas del día 11 de mayo, Bukreev empleó toda la energía y el oxígeno que aún le quedaban. Pidió ayuda a la expedición de Rob Hall, pero sus esfuerzos fueron en vano. Ni él ni ninguna otra persona tuvieron fuerzas ni reservas para rescatar a Namba. Acerca de la última vez que cruzó el Collado Sur, llevando a Pittman hacia el Campo IV, Bukreev comentó lo siguiente: «Tenía los brazos ocupados sosteniendo a Sandy y no me quedaban más fuerzas. Si Tim no hubiera sido capaz de caminar por sí mismo, yo no hubiera podido ayudarle. Creo que Tim hubiera muerto».

En los meses posteriores a los trágicos sucesos en el Everest, se han dicho y escrito muchas cosas en torno a los acontecimientos y en torno a las personas relacionadas con tales acontecimientos, y esta dinámica no tiene visos de terminar a corto plazo. Es muy beneficioso que este debate esté abierto y continúe, y los autores de este libro han querido aportar cuanto estaba en sus manos a las discusiones que probablemente seguirán desarrollándose. En tanto continúe la polémica, deseamos que las cuestiones se planteen desde la base de los hechos conocidos, en lugar de proclamarse desde el estrado de la sospecha y el rumor. La verdad es lo que más puede favorecer al futuro del montañismo, y en especial al futuro de las expediciones comerciales.