Capítulo 21

Por supuesto, volví a visitar a Alia en una clínica próxima a Borsley. La verdad es que me acerqué a verla tantas veces como pude.

—Emod —me dijo un día de repente—, dime cuál es tu verdadero nombre.

—No me lo preguntes. Te vas a reír.

—No puede ser más gracioso que Emod. Prueba.

—¿Me prometes que no te reirás?

—Lo prometo.

—Bueno, de acuerdo. Me llamo Benedict.

Se rio.

Cuando terminó y recobró el aliento, me miro fijamente.

—Lo siento —dijo—. La culpa la ha tenido la cara que has puesto al decirlo, Benedict no tiene nada de gracioso. Si quisieras, podrías acollarlo como Ben.

—¿Qué? No podría, quiero decir que Ben es Ben…

—¿Y qué? Tú también tienes derecho a ser el que eres.

Me gustan las ocurrencias de Alia: dice cosas así, cosas que parecen sencillas. Es sorprendente que haya gente que nunca se ha detenido a pensar en ellas. Yo les daría la oportunidad, pero antes tengo que hacer una pregunta.

—Alia…, ¿qué más hacías cuando, ya sabes, cuando ocurrían las cosas?

Se quedó pensativa, como si estuviera realizando una suma muy larga.

—Nada —dijo.

—¿Có… cómo? ¿Nada?

—Es cierto. Nada aparte de lo que viste. ¿Cómo iba yo a poder provocar lo que sucedió en la escalera de incendios? Apenas tenía fuerzas para conseguir no desmayarme —me miró de forma extraña—. El único factor común es que tú estabas allí.

—Eh, eh, espera un minuto. Recuerda: yo sólo soy…

—… el tipo de la furgoneta. Lo sé, lo sé —dijo chasqueando los dedos.

—De todos modos —dije—, estás equivocada. El factor común es que estábamos allí los dos, tú y yo.

—Bueno, bueno… —dijo.

Pero esa es otra historia.