De cuanto el libro refleja debo decir que la mayoría son historias que oí de niño, y es que en Galicia, como la novela pretende inspirar, la magia existe de uno u otro modo.

Son muchas las cosas que se cuentan, y muchos más, seguro, los errores, de los que soy enteramente responsable, y espero que aquel lector que los descubra sepa perdonarme.

Gracias, debo dárselas, a mi tío Pepe que fue molinero y suyos son muchos de los relatos que engalanan la novela. A mis abuelos, que siempre me han aceptado como soy y me permitieron pasar incontables días en su maravilloso molino, restaurado ahora como una casa de campo. Y, sin duda, a Déborah, sin ella, probablemente ahora yo estaría en alguna pelea de bar y no escribiendo esto.

El autor.