Una nota sobre mapas y juegos gráficos
Decía Ludwig Wittgenstein que el lenguaje consiste en muchos juegos lingüísticos, intercambios breves y diálogos coyunturales con usos y costumbres propios que han de formar parte del repertorio lingüístico de las personas que se precian de conocer su idioma. En ninguna parte se ejemplifica mejor esta definición que en el periódico, donde al lado del serio lenguaje narrativo de las secciones informativas hay chismorreos, opiniones, arengas, análisis, lamentaciones, persuasiones y consejos. Por lo general se sabe a qué juego lingüístico se juega, pero no es infrecuente la confusión. Las personas que dicen o escriben, a propósito de un proceso criminal, que «dirige un mensaje» a la sociedad, por ejemplo, no juegan realmente al juego jurídico; el objetivo de un juicio no es dirigir mensajes.
Puede que un Wittgenstein orientado más pictóricamente hubiera extendido sus pensamientos a la proyección gráfica. Los diagramas en pastel y los histogramas son los equivalentes de las noticias verbales, aunque hay muchas otras clases de proyecciones que tienen distintos usos, funcionan con distintas reglas y se han de interpretar en consecuencia.
Tomemos el plano de una ciudad o un mapa de carreteras de los que se compran en las estaciones de servicio, por poner un ejemplo trivial (en el sentido literal de la palabra, que procede de trivium, «encrucijada» en latín). El fragmento de mapa que miro en este momento se ha publicado en la prensa para ilustrar un artículo sobre un delito reciente; puede aportar pruebas al caso. Pero olvidémonos del caso y miremos el mapa, que señala una serie de puntos de interés (PI) poco relevantes en los alrededores del lugar de los hechos. ¿Hay muchos conductores que adviertan que alguno de estos PI está sólo a doce kilómetros de distancia de la carretera y decidan ir a visitarlo? Entonces ¿por qué estos mapas señalan estos PI y no otros rasgos más pertinentes? ¿Qué pasa con las cosechas, la actividad económica y las características medioambientales de la zona, trigales, fábricas, incluso basureros municipales? ¿Y los carriles para bicicleta y los trayectos del transporte público? ¿Interesan a alguien las fronteras de los condados, aparte de los funcionarios de los condados? ¿Y tan raquíticas se vuelven las autopistas cuando cruzan las fronteras de nuestro estado? Pese a todas sus tonterías, casi todos sabemos utilizar estos mapas, sabemos a qué prestar atención y qué arrinconar.
Los periódicos no suelen publicar planos de ciudades ni mapas de carreteras, aunque hay mapas turísticos en la sección de viajes que exigen una habilidad decodificadora algo diferente. Lo mismo los mapas del tiempo y los organigramas, los chistes políticos y los collages publicitarios, los anuncios de ropa interior y la trayectoria de los desfiles, los datos económicos y las ilustraciones científicas, los dibujos de accidentes y los crucigramas.[44] Para descifrar los mapas de Bosnia u Oriente Medio hace falta seguir un cursillo y a veces parecen contradecir el axioma de que para colorear un mapa basta y sobra con cuatro colores. Las matrices de incidencia, que comentamos en un artículo posterior, son ejemplo de un nuevo juego de proyección gráfica. Y también las fotografías tienen su propia lógica, que cambia con la rápida mutabilidad que permite la digitalización.
Siempre me sorprende la destreza que hay que tener en toda una serie de juegos lingüísticos y gráficos, y que se necesita para leer el periódico. No es una habilidad interpretativa unitaria, sino una serie de especializaciones que van desde la decodificación de los resultados pugilísticos hasta encontrar la combinación idónea de las ofertas que nos interesan. Isaiah Berlín citaba a Arquíloco: «La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante». Las múltiples informaciones especiales de los periódicos son para las zorras. Algunas, sin embargo, al igual que este artículo, no son a veces más que partos de los montes sin ningún objeto.