Repetición en cadena
Las noticias sobre las reacciones del hombre de la calle son un ejemplo, primero asombroso y después divertido, de la difundida tendencia a regalar verborrea y llamarla noticia. La versión televisual suele comenzar diciendo: «Para comprobar las reacciones de los ciudadanos ante estas medidas vayamos a…». A continuación hacemos una breve visita a un bar, un colegio, una parada de autobús y unos grandes almacenes, donde el periodista aborda a varias personas normales (sea esto lo que fuere) y les dice que opinen sobre alguna importante noticia que acaba de contárseles. La situación me recuerda siempre a esas personas que, veinticuatro horas después de haber discutido con el marido o la mujer, dicen al cónyuge que todas las personas con quienes han hablado sobre el contencioso están de acuerdo con ellas. (El cónyuge debería responder: «Si hubiera oído únicamente lo que les has dicho, también yo estaría de acuerdo contigo»). Si el proverbial ciudadano de a pie no tiene un punto de vista independiente, una perspectiva opuesta o información adicional, lo que piense me trae sin cuidado.
Viene al caso la anécdota que contaba Wittgenstein sobre el hombre que, para estar seguro de la noticia que lee en la prensa, compra docenas de ejemplares del mismo periódico. Henri Bergson habría dicho que la pauta repetitiva que articula las noticias sobre las reacciones ciudadanas (entre otras modalidades) las vuelve graciosas, ejemplos de su caracterización de lo cómico, «lo mecánico incrustado en lo vivo». Incluso los acontecimientos trágicos que se reviven de manera reiterada comienzan enseguida a parecer ridículos.
O se invierte más inteligencia para localizar y entrevistar a ciudadanos que enfoquen la noticia de un modo distinto o estos reportajes deberían presentarse con una introducción que dijera: «A continuación, una selección de variantes muy menores de la noticia que acabamos de darles, en boca de unos cuantos vecinos elegidos al azar».